18 marzo, 2008

Una más a Zavaleta

Fuente: ElComercio

Hoy el Diario El Comercio, publica una entrevista más a Carlos Eduardo Zavaleta. El autor de Huérfano de mujer, confiesa aspectos más íntimos acerca de su vida, matrimonio y viudez. A continuación la entrevista:
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Lee mirando el mar, trabaja mirando el mar. El mar fue su primer amor, dice este escritor peruano que tantos cuentos para amar la sierra nos ha regalado. Carlos Eduardo Zavaleta ya cumplió 80 años y, resfríos aparte, dice sentirte bien. Con ganas de seguir escribiendo. Acaba de publicar "Huérfano de mujer", una novela corta que narra los avatares de la viudez. Él conoce esa ausencia. Rosa Ugarte, su Tita, se fue hace tres años y él sigue extrañándola.
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Tiene 80 años, ¿se ha pasado rápido la vida?Ni yo mismo me la creo. Haciendo un recorrido mental desde que abrí los ojos racionales a los 4 años, en Chimbote, hasta mi vida en San Marcos y los viajes por el mundo como diplomático, todo me parece un viaje variado, muy placentero. Mi vida me permitió conocer el Perú y me permitió conocerme a mí mismo. Me acuerdo nítidamente de las escenas serranas que están en mis cuentos, el paisaje, la gente pobre, pero resistente. Los ancashinos han pasado tremendos aluviones, peligros, terremotos salvajes. Son indestructibles.

¿Y cuáles han sido los terremotos de su vida?
Originalmente iba a estudiar Medicina, pero no pude. Yo fui un buen alumno en secundaria y me dio el gusto por la historia, la ciencia y un poco la literatura, en ese orden. Iba a cumplir 16 años cuando salí del colegio y quise ser médico, psiquiatra. Era un muchacho ensimismado, el cuarto de los hermanos, muy callado.

¿Usted era estudioso?
Muy estudioso, si no sacaba la primera nota, sacaba la segunda. Me gustaba mucho leer y pensar. Me gustaba exponer. Cuando salí del colegio había leído poco, pero ya había tenido la suerte de leer a Faulkner y a Joyce. "El Quijote" y "El lazarillo de Tormes" también fueron mis primeras armas. Entonces pensé que mi vida era la ciencia, pero no resistí. Los profesores me parecían deficientes, no había laboratorios, ¿cómo se podía estudiar física y química sin laboratorios?

Y se fue
No, tuve que aguantar. La autoridad de mi padre era muy fuerte. Decía que cuando un hombre se compromete a algo tiene que cumplir su promesa vivo o muerto. Aguanté dos años de Medicina y no pude más. Mi hermano Aníbal, que estudiaba Medicina, me acompañó a hablar con mi padre. Fue el intermediario. "No se pueden aceptar cosas que van contra uno mismo", dijo. Por eso digo que mi primera gran transformación fue pasar de la ciencia a la literatura.

¿Y por qué le gusta Faulkner, por qué lo estudia tanto?
Por su sombra. Hay escritores que describen la luz, el perfil, pero dejan la sombra interna, el pensamiento, el vaivén de las emociones. A mí me gustaba esa exploración.

Y si le pidiera que me abriera un poco su sombra, qué diría
Siempre hay problemas y frustraciones que caen y se van al sedimento del inconsciente. Alguna enamorada que tuve y no me aceptó, en el servicio diplomático también pasaron cosas: uno quiere viajar a un lado y la plaza está ocupada. Yo quería ir a París, pero me mandaron a Bolivia, y no podía reclamar. Recuerdo que me encontré con Sebastián Salazar Bondy y él fue quien me dijo que sería formidable, que en el viaje desde Puno a Bolivia vería a las cinco de la mañana una luna que era un edificio de cinco pisos y como era provinciano me encantaría. Así sucedió.

Cuando recorrió el mundo ya estaba casado.
Claro, cumplí 48 años de casado y cuando desaparece esa persona te das cuenta de qué poco tiempo la has amado, que deberías haberlo hecho más. Cualquier amor por inmenso que sea te pide más devoción y a veces el hombre es bastante descuidado. Cuando uno siente que la mujer lo ama de verdad, uno se descuida.

Ahora está huérfano de mujer.
Absolutamente. Ya llevo tres años sin Tita.
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