31 octubre, 2011

Conociendo a Tomas Tranströmer

EN LA EUROPA PROFUNDA


Yo, casco oscuro que flota entre dos puertas de esclusas,
descanso en la cama del hotel, mientras alrededor despierta la ciudad.
La alarma silenciosa y la luz gris penetran
y me suben lentamente hasta el próximo nivel: la mañana.
Horizonte escuchado. Algo quieren decir, los muertos.
Fuman pero no comen, no respiran pero les queda voz.
Voy a apurarme por las calles, como uno de ellos.
La catedral ennegrecida, pesada como una luna, hace flujo y reflujo.

De PARA VIVOS Y MUERTOS (1989)

Como algunos (no digo muchos para no ser descortés o consecuente con eso de que el Nobel es un premio impredecible. Casi nunca va con los más leídos y merecidamente premiables) no he leído a reciente Nobel de Literatura Tomas Tranströmer. El Cultual publicó hace unas semanas un artículo donde nos acerca a la poética del sueco Nobel. Adicionalmente hay una selección de su poesía.Dice la nota:

En tiempos de tantas debilidades y dudas europeas, que también afectan a la desorientación de los poetas, es reconfortante encontrarse con obras de las que sigue emanando una voz vigorosa y clara, fiel al machadiano misterio hacia el que -¡aún!- se "orienta el alma" del poeta ("una lluvia susurrante de almas", escribe Tranströmer). Así lo sentimos al leer a este poeta sueco (Estocolmo, 1931), que convence por su ausencia de artificio, al conducir sus poemas a ese hermetismo en el que precisamente radica cuanto le distingue. Hay quizá en él una sutil conexión con ciertos poetas coetáneos del área anglosajona; pero a la vez, por su edad, ya ha dejado atrás los años marcados por la Segunda Guerra Mundial, que tanto condicionaron una buena parte de la poesía de los que habían nacido algo antes. (Ello no impide que esa Europa que nos desasosiega brille en un poema de Tranströmer -"En la Europa profunda"-, en el que hace uso de un realismo extremado ante esa madrugada vivida en una urbe que se debate entre la soledad de una habitación de hotel y una "catedral ennegrecida" -acaso el pasado-, que en una especie de flujo y reflujo, a la manera de una luna, aún da muestras de vida.)

La antología Deshielo a mediodía completa muy bien la que ya había editado con anterioridad Nordica Libros, El cielo a medio hacer (2010). Está bien que en la solapa del libro se nos recuerde que un nombre como el de este autor hay que situarlo junto a los de otros escritores suecos (Swedenborg, Strinberg) que han escrito primordialmente en otros géneros, pero que sintonizan con el desasosiego y el estímulo que nos producen los poemas de Tranströmer. Once son las muestras de otros tantos libros que se nos ofrecen, desde los 17 poemas de 1954 hasta el último, El gran enigma, de 2004, que en su título revela un tema central en su poética: el diálogo con lo que desconocemos, algo que es clave por su dimensión metafísica, existencial, el enigma de ser y de estar en el mundo revelado a través de la palabra del que lo contempla, y, al contemplarlo se debate, como los sobresaltos del lector, entre el ensueño y la cruda realidad. Para ello, Tranströmer no sólo dejará fluir con naturalidad su voz sino que hará uso de una retórica fértil que no enmascara engaño ni artificio alguno, pues siempre debajo tiembla ese mundo escueto y perturbador propio de él.

Posee su palabra esa pátina formal que la distingue -con naturalidad utiliza el autor el versículo o los haikus, muy logrados estos y nunca triviales), pero sobre todo hay en su obra una especie de raíces ("Como cuernos de cobre/las sinuosas raíces...") que nutren el conjunto. Hay un mensaje velado, por esencial, que remite a una visión unitaria del mundo. Por eso quizá recuerda a un autor como Thoreau y, siempre, a la naturaleza, tema primordial en estos textos, por más que la realidad heridora regrese como oleaje.

Y es que hay un "silencio" que asciende "desde el centro del mundo a enraizarse y a crecer"; un silencio "en lo profundo de su verde interior". Esta simbología es la que cuenta, la que sostiene el canto, junto a esa naturaleza tan poderosa, presente en otros símbolos como el bosque, la mar, la nieve, la cabaña o las estaciones; que son, escribe él, "el mundo inferior" que se subordina a esa interioridad, secreta casi, sepultada debajo de palabras llenas de reflejos. En consecuencia, hay en el fondo de tanto hallazgo expresivo la voz de un lírico que busca, por distintas vías, lo profundamente elegíaco. Lo principal es un secreto que el poeta guarda como tesoro, aunque la naturaleza mueva con su "savia" el pensar y haga ascender a las mismas estrellas.

Tranströmer, como velado y sincero lírico que es, hace uso de la vena órfica para dar solución a la ansiedad existencial y encauzar la melodía profunda, aunque sea con palabras que restallan o gritan. Hay algo que nos armoniza, "como los grillos en la oscuridad de agosto" o la "música" del "agua de la fuente" en un "Pentecostés de piedra". O cuando, todo lo que hay de sombra en el mundo se aleja "corriendo" detrás de una "trompeta de Bach". En plena mañana de verano el rastrillo del campesino puede atascarse de repente "con los huesos de los muertos", pero hay una vivacidad en estos poemas que cuestionan hasta a la mismísima muerte. ("Campo de batalla dentro de nosotros/donde los Huesos de los Muertos/luchan por volverse vivos"). Son las "rodantes ruedas" de la vida, que el poeta reconoce otras veces, osadamente, como "energía de Dios" en la oscuridad.

30 octubre, 2011

Dos de Vargas Llosa


Mario Vargas Llosa (i) firmó autógrafos y entregó un diploma al mexicano Ignacio Gómez –primer ganador latinoamericano del premio que lleva el nombre del Nobel– ante un auditorio abarrotado en el que se mezclaron varias generaciones de amantes de la literatura

Firmó autógrafos y entregó un diploma al mexicano Ignacio Gómez –primer ganador latinoamericano del premio que lleva el nombre del Nobel– ante un auditorio abarrotado que sobrepasó su capacidad y dejó a muchos sin oírlo ni verlo.


Estos días han continuado agitados para el Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa. Sin embargo, descansando al menos de la presión de ser el vigente Nobel, pues ya esa carga la tiene el poeta sueco Tomas Tranströmer, MVLL estuvo en Murcia hablando (una vez más, pero acertadamente) sobre su pasión por la lectura y la escritura en la clausura del congreso que sobre su obra ha organizado la Obra Social CAM y la UMU.  Sobre la vocación del escritor refirió que es «una vocación no solo es una predisposición, sino también una elección», y recordó que, en su juventud, «no era fácil ´elegirse´ como escritor; no era una actividad alimenticia y no me atrevía a pensar que algún día sería un escritor de verdad, y no uno ´de domingos´».

Pide perdón Mario Vargas Llosa por la comparación «un poco chusca y fea» cuando asegura que la vocación de escritor es como tener la solitaria, «un bicho en las entrañas» que devora todo. «Es lo único que representa esa idea de entrega total», se justifica. Recordaba ayer el Premio Nobel ante los murcianos que pudieron entrar al Aula CAM –donde se clausuró el congreso que sobre su obra ha celebrado la UMU– que un amigo que tuvo una tenia le contaba que todo lo que hacía: ir al cine, a un museo, conversar, leer... todo era para la solitaria. «No me olvido ni un segundo del bicho y él se alimenta de todo lo que hago», le decía al escritor, quien tiene «una sensación similar» cuando la obra en la que trabaja empieza a tomar forma: «Todo lo que hago es para ella, hasta lo más tonto se lo traga la historia que estoy creando».

Pero además, no quería dejar de postear la última entrevista que MVLL hizo en su año como Nobel. Recibió al escritor Santiago Roncagliolo para hablar de cómo fueron estos doce meses con el máximo galardón de la literatura a cuestas. Aquí un extracto:

¿Cómo le cambia la vida a un hombre que recibe un Nobel?
Te advierto que te va a producir vértigo

Mario Vargas Llosa no ha sido capaz de precisar cuántos viajes ha hecho el año pasado. Sabe que, a las más de treinta lenguas en que ya estaba traducido, se han sumado dieciséis nuevas, y que sus libros han aparecido en países tan inesperados como Tayikistán. Pero no recuerda cuántos de esos países ha visitado. Para darme una idea aproximada de la locura que es su vida, ahora se dispone a detallarme su agenda de los próximos dos meses. Contando con los dedos, comienza a decir:

—Mañana parto temprano a Suiza para una conferencia. Al día siguiente a Suecia, para cuatro días en la feria del libro de Gotemburgo. De ahí viajo a Oslo, dos días. Y después se me pierde el orden, pero más o menos, París, Varsovia, Cracovia, Viena, Fráncfort, Berlín, Murcia, algunos compromisos más en España, luego Estados Unidos...

Su agenda es tan apretada que ya la ejecuta sin pensar. La avalancha de medallas, distinciones y premios las hace indistinguibles. Sobre la mesa de su salón descansa un libro publicado por una importante entidad, pero él no recuerda de dónde salió. Yo sí lo sé, y se lo digo:

—Te lo ha regalado esa institución porque te rinden un homenaje la semana que viene. Te han distinguido con su mayor condecoración.

—Ah —responde, con el mismo interés que le habría dedicado a la lista de ingredientes de un yogur.

—¿Disfrutas con todos estos viajes y homenajes? —le pregunto.

—Ya no. Disfruto momentitos, sobre todo cuando me encuentro con viejos amigos. Pero apenas puedo aprovechar las ciudades. Casi todo mi tiempo está saturado de firmas de libros, conferencias, y lo más pesado de todo, entrevistas.

Me pregunto si es una indirecta, ya que esto es una entrevista. Pero es imposible saberlo. Vargas Llosa es un experto en el trato con periodistas. Sabe ser exquisitamente cortés y al mismo tiempo cortar cualquier posibilidad de que te pases de la raya. Al llegar, me pide que lo tutee —algo que no siempre consigo— y me ofrece una bebida. Pero las opciones son “agua o Coca-Cola”. Y un vistazo a las botellas de su bar, muchas de ellas casi llenas, confirma que, en su casa, el alcohol se reserva para ocasiones muy especiales.

25 octubre, 2011

Palma en El Dominical

El suplemento El Dominical (que parece poco a poco recuperar los temas literarios) en su última edición hace un homenaje al autor de Tradiciones peruanas, don Ricardo Palma, por conmemorarse en este mes un año más de su fallecimiento (6 de octubre de 1919). Y sobre aquel suceso, la prensa informó así el 9 de octubre de 1919:

La sociedad de Lima, representada por sus más connotados elementos, ha rendido, desde que se tuvo la noticia del fallecimiento hasta la mañana de ayer en que se celebraron los funerales, el debido homenaje de admiración y de sentimiento por la desaparición del eminente literato, don Ricardo Palma, deplorando así, el hondo vacío que su falta representa para las letras nacionales.

En la noche del martes, conforme al ceremonial que oportunamente publicamos, se trasladó el cadáver de la casa mortuoria, en el balneario de Miraflores, a la iglesia de La Merced, donde debían celebrarse, en la mañana de ayer, los funerales con honores correspondientes a ministro de Estado, que el gobierno había decretado.

A las 10 de la mañana, se dio principio a la ceremonia religiosa por la comunidad mercedaria, presidida por su superior, el padre Guillén. El cadáver había sido colocado en un severo y sencillo catafalco, el cual se encontraba rodeado de una innumerable cantidad de aparatos florales; hacían guardia soldados de la sección de infantería de la Escuela Militar. Se cantó una solemne misa fúnebre, con una orquesta compuesta de más de cincuenta profesores y dirigida por el señor Mafezzoli […]. Presidía el duelo, el doctor Clemente Palma, hijo del ilustre tradicionista y director del diario La Crónica […]. Terminados los oficios religiosos, fue sacado el ataúd para colocarlo de la carroza fúnebre, acompañado hasta la puerta del templo por la comunidad mercedaria.

Una numerosa concurrencia se hallaba estacionada delante del templo para ver el desfile de esta imponente manifestación de duelo. A las inmediaciones de la iglesia, se hallaban formadas las tropas de la guarnición de Lima. Mandaba la línea el comandante Anderson, subjefe del estado mayor general del Ejército. Una vez colocado el ataúd en la carroza, se puso en movimiento el cortejo con dirección al Cementerio General. Cuatro batidores abrían la marcha. Seguía la banda de músicos de la Escuela Militar, y el carro fúnebre al pie del cual marchaba la guardia de honor con el pabellón nacional enlutado.

Un carrito especial, lleno de aparatos florales, iba en seguida. A continuación marchaba el coche de Gobierno, en el que iba el jefe de los edecanes, comandante César Landázuri, y los hijos del ilustre extinto, doctores, Clemente Palma y Ricardo Palma, quienes arrastraban el duelo. Seguía el coche en el que iban el presidente de la Asamblea Nacional y el presidente de la Cámara de Diputados […].

El doctor Javier Prado, senador por Lima, a nombre de la asamblea dijo:

“Señores:

La más alta personalidad de las letras nacionales se ha desprendido de sus terrenas vestiduras para entrar en el reino de la inmortalidad, e irradiar eternamente sobre su patria, gloria imperecedera. El Perú entero, con intenso recogimiento, se inclina conmovido, ante la majestad de esa gloria […]”. El señor Luis Fernán Cisneros, a nombre de los escritores nacionales dijo lo siguiente:

“Pensé venir aquí, al pie de este ataúd, sin más representación que la de mi propia insignificancia, confundido mi silencio en el silencio emocionado del cortejo, uno más en el homenaje que los anónimos rinden a la gloria, uno más en la tristeza, en el decaimiento y en la resignación ante lo irreparable. […]. Acudimos todos no a una presentación social, ni siquiera a una convocatoria de literatos, artistas o profesionales: acudimos los peruanos a un llamamiento del espíritu […]. Sentimos gran dolor al pronunciar este adiós irreparable al maestro anciano, pero nos asiste la convicción de que percibimos, al despedirlo, el ruido de alegría con que se abren las puertas inmortales. Aquí estamos los peruanos con la congoja de saber que se pierde a lo lejos la vida de don Ricardo Palma, pero aquí estamos también con el orgullo de pregonar que el muerto, así tocado desde el ataúd por la gloria, es nuestro y solo nuestro ante la humanidad. […]”.

Otros artículos interesantes son:

Por Ricardo Gonzáles Vigil.

-Entre ingas y mandingas
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-Cartas a un amigo
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