22 julio, 2009

EVOCANDO “EL RUIDO Y LA FURIA”

Los ochenta años de una novela paradigmática

por Luis Torres Vásquez

Extenuante sería el primer adjetivo que calificaría la lectura de El Ruido y la Furia. Y no por ello, dejaría de lado otro: Fascinante. Y es que, la novela que William Faulkner escribió hace ochenta años, es la manifestación de la madurez literaria de un escritor que hasta antes de 1929, había publicado libros menores y ya sin trascendencia. Sin embargo, no puedo dejar de mencionar que Sartoris (1929) –en palabras de William Van O´Connor– “sirvió para que Faulkner se encontrara a sí mismo como escritor (…). Mientras escribía Sartoris¸ Faulkner trabajaba también en The Sound y the Fury, publicándose las dos con pocos meses de diferencia. Sartoris marca el fin de un aprendizaje. The Sound y the Fury es ya la obra de un escritor formado”. Sartoris, no solo es la novela de aprendizaje para su propio autor, sino también un relato objetivo que traslada la propia genealogía de los Falkner (sin la “u”) a la leyenda de la familia Sartoris. Caracterizó al coronel Sartoris como su propio bisabuelo, William C. Falkner, soldado, político, constructor ferroviario y escritor. La reposición de la “u” a su apellido, Faulkner lo explica así: “Cuando comencé a escribir, aunque en esa época creía estar haciéndolo por pura diversión, tal vez tenía ambiciones y no quería aprovechar [sic] del renombre de mi abuelo, por eso acepté la ‘u’ de esa manera fácil de distinguirme”. Además, Sartoris, inicia la saga o ciclo de Yoknapatawpha (condado ficticio o mundo faulkneriano –inspirado en el condado de Lafayette, Mississippi– en el que ocurren muchas de las novelas del autor y cuya capital es Jefferson). En los meses de escritura de Sartoris –y también de El Ruido y la Furia– Faulkner afirmó que “escribir es algo altamente admirable; por su medio puedes hacer que los hombres se mantengan erguidos sobre sus piernas traseras y proyecten una larga sombra”.
Antes, en 1924, Faulkner publicó por su cuenta El fauno de mármol, un libro de poemas poco originales. Al año siguiente viajó a Europa, a Nueva Orleans, donde trabajó como periodista y entabló amistad con el escritor de cuentos estadounidense Sherwood Anderson. Amistad que le ayudaría a encontrar un editor para su primera novela: La paga de los soldados (1926). Ésta narra la historia de un soldado joven que vuelve a casa después de la Primera Guerra Mundial, inválido física y mentalmente, y cómo su enfermedad y muerte posterior afectan a su familia y a sus amigos. Van O´Connor afirma que es “una novela deliberadamente ‘elegante’ que trata sobre la ‘generación perdida”. En 1927, publica Mosquitos, novela ambientada en Nueva Orleans: “Es una novela satírica –explica Van O´Connor– aunque la sátira, en su mayor parte, es gruesa y pesada”.
Pero volviendo a 1929, año acaso decisivo para Faulkner, puesto que decide consagrarse de lleno a su carrera como escritor, se casa con Estelle Oldhan y publica una de sus mejores novelas: El Ruido y la Furia.
Lo que sorprende más del manuscrito de la novela, es que conserva, en su primera página, el título “Twilight” (Crepúsculo). “Como título exclusivo de la primera sección –explica Millgate–, ‘Twilight’ se referiría al semimundo del propio Benjy, suspendido en un estado intemporal, entre las tinieblas y la luz, la comprensión y la incomprensión, entre lo humano y lo animal. Como título del libro entero, la palabra inmediatamente sugiere la decadencia de la familia Compson”. El título definitivo de la obra se debe al soliloquio que el príncipe Macbeth, en la obra de Shakespeare, pronuncia cuando la muerte se aproxima: “La vida…es una historia que cuenta un idiota, una historia llena de ruido y de furia, que no significa nada”.
El Ruido y la Furia, en sus orígenes, “comenzó como un cuento corto –explicó Faulkner, en 1955, en el Seminario Nagano–, un cuento sin argumento, sobre unos niños que eran alejados del hogar durante el entierro de la abuela”. Más adelante agrega: “De ninguna manera se trató de un tour de force deliberado, el libro simplemente creció así”. Y de eso no cabe duda. El Ruido y la Furia fue escrita sin notas –si hubo alguna no sobrevivió– y ello es lo que más sorprende. Cómo las complejidades de la sección de Benjy fueron escritas sin ayuda. “Sin embargo –afirma Michael Millgate, en el prólogo de la edición de Obras completas hecha por Aguilar– la sección de Benjy parece haber evolucionado bajo presión creativa, es decir, sin ser planeada de antemano. Todas sus versiones sobre la creación de El Ruido y la Furia enfatizan que la novela fue creciendo a medida que la fue sometiendo a su imaginación”. Faulkner dio otro ejemplo de su genialidad con Mientras agonizo (1930), también escrita sin notas.
Pensar en El Ruido y la Furia como un simple estudio de la decadencia de una familia sureña norteamericana, sería inadecuado. Éste es un aspecto de las múltiples lecturas que se pueden hacer de la novela. Cada uno de sus personajes principales (Benjy, Quentin, Jason, Madre, Dilsey, Luster…) cierra un círculo que tiene en el centro a dos mujeres: Caddy y su hija. “También puede interpretarse como el fracaso del amor en el seno de una familia, con una ausencia destructora del respeto propio y del mutuo respeto”, anota Van O´Connor.
La novela se nos presenta en cuatro secciones o capítulos. Pero cada sección nació por añadidura –o si se quiere– por corrección de la anterior. Teniendo como base a aquellos niños que desde sus juegos infantiles veían incidentalmente la ceremonia fúnebre de la abuela, “me vino la idea de cuánto más podía extraer yo la idea de la ciega egolatría de la inocencia, tipificada por los niños, si uno de esos niños hubiera sido inocente, es decir, un idiota. Entonces nació el idiota y entonces comencé a interesarme en la relación entre el idiota y el mundo dentro del cual estaba y contra el que nunca podría enfrentarse y en la forma en que obtendría la ternura, la ayuda necesaria para protegerlo en su inocencia (…). Y así comenzó a nacer el personaje que es su hermana, luego el hermano quien, ese [sic] Jason (quien para mí representa el mal total. Creo que es el personaje más malvado que ha producido mi imaginación), entonces apareció. Luego es necesario el protagonista, alguien que cuente la historia, y apareció Quentin. Para eso yo ya me había dado cuenta de que no podía contar todo en un cuento corto. Conté las experiencias que tuvo el idiota ese día, y eso quedó incomprensible, ni yo pude darme cuenta de lo que estaba sucediendo, por lo cual tuve que escribir otro capítulo. Entonces decidí dejar que Quentin contara su versión de lo sucedido aquel mismo día, o en aquella misma ocasión, y así la contó. Luego fue necesario el contrapunto, que fue el otro hermano, Jason. En ese momento la confusión era total. Sabía que no estaba ni siquiera cerca del final y entonces tuve que escribir otra sección desde afuera, como un extraño, que era el autor, para contar lo sucedido. Y así es como creció el libro. Es decir, escribí la misma historia cuatro veces”. Para él ninguna versión estuvo bien, pero quedó tan agotado que no podía reiniciar de nuevo así que lo publicó tal cual.
Como arriba lo explica, la primera sección es narrada desde la voz de Benjy, el hijo idiota, o mejor dicho desde su mente. Faulkner utiliza el monólogo interior –deuda que contrae con Joyce– no solo para esta sección sino para las dos siguientes. Bautizado Maury, por el hermano de su madre, fue rebautizado con el nombre de Benjamin. Benjy sufre retraso mental y nos narra lo que le acontece el 7 de abril de 1928. Sin embargo, evoca lo vivido al lado de Caddy –su hermana y protectora cuando eran niños–, alternando el pasado con el presente: Ahora lo cuida el negro Luster, un joven de 14 años –cruel con él a veces– que no soporta tener que cargar con tamaño lastre (Benjy ya cuenta con 33 años) y que ese día está en busca de 25 centavos para la función del circo.
Faulkner se refiere así de Benjy:

La única emoción que puedo sentir por Benjy es aflicción y compasión por toda la humanidad. No se puede sentir nada por Benjy porque él no siente nada. Lo único que puedo sentir por él personalmente es preocupación en cuanto a que sea creíble tal cual yo lo creé. Benjy fue un prólogo, como el sepulturero en los dramas isabelinos. Cumple su cometido y se va. Benjy es incapaz del bien y del mal porque no tiene conocimiento alguno del bien y del mal.
(…)
Benjy no era lo suficientemente racional ni siquiera para ser un egoísta. Era un animal. Reconocía la ternura y el amor, aunque no habría podido nombrarlos; y fue la amenaza a la ternura y al amor lo que lo llevó a gritar cuando sintió el cambio en Caddy. Ya no tenía a Caddy; siendo un idiota, ni siquiera estaba consciente de la ausencia de Caddy. Sólo sabía que algo andaba mal, lo cual creaba un vacío en el que sufría. Trató de llenar ese vacío. Lo único que tenía era una de las pantuflas desechadas de Caddy. La pantufla era la ternura y el amor de Benjy que éste podría haber nombrado, y sólo sabía que le faltaban. (…) La pantufla le daba consuelo aun cuando ya no recordaba la persona a la que había pertenecido, como tampoco podía recordar por qué sufría. Si Caddy hubiese reaparecido, Benjy probablemente no la habría reconocido.

Luster es el nieto de Dilsey, la cocinera negra que será la protectora de Benjy, Caddy y Quentin (la hija de Caddy). En la última sección veremos el esplendor de Disley como símbolo de fortaleza, al soportar uno y otro maltrato de Madre y de Jason. Aparecerá como un personaje completo y con una poderosa presencia positiva. “Dilsey es uno de mis personajes favoritos porque es valiente, generosa, dulce y honrada. Es mucho más valiente, honrada y generosa que yo”, dijo Faulkner.
La segunda sección nos remonta al 2 de junio de 1910. Quentin (hijo) alterna sus recuerdos de niñez, al lado de su amada hermana Caddy, su viaje por tren y su estancia en su habitación en Harvard. Su padre ha vendido el prado de Benjy (que fue convertido en un campo de golf) para que él pudiera ir a estudiar a Harvard y para pagar el matrimonio de Caddy. Quentin recuerda que el matrimonio se celebró hacía dos meses. Su tragedia es que así como su madre le falla en fuente de amor, su padre le falla como fuente de consejo. Quizá por ello Quentin se refugia en Caddy. Ella representa un amor acaso edípico. A tal extremo que Quentin cree haber cometido incesto. Recuerda el desliz del su hermana, que ya está embarazada de otro hombre al casarse, y busca protegerla aunque sabe que no podrá. Ella ya tiene un destino predestinado, uno trágico. Millgate nos explica que “la mente de Quentin permanece preocupada por el pasado. Es casi como si Faulkner estuviera jugando con la idea de que un hombre a punto de ahogarse ve toda su vida desfilar delante suyo, y nos damos cuenta de que este último día de la vida de Quentin es una especie de instante suspendido, inmediatamente anterior a la muerte”.
La idea de la ruptura del tiempo se ve expuesta no solo en lo caprichoso de la presentación de las secciones del libro, sino también, en una parte en la cual Quentin toma las manecillas de su reloj como símbolo de que estuviera deteniendo el tiempo cronológico para dar paso a su propio tiempo, el de su mente.
Regresamos al 6 de abril de 1928, es viernes, Jason nos irá destilando, a través de su monólogo interior, ese odio que tiene por los restantes de su familia: Madre, Ben[jy] y sobre todo Quentin. Llamada así, desde antes de saber su sexo, en honor a su tío. Quentin es hija de Caddy, abandonada a los meses de haberse casado. Dejó a su hija en la casa familiar para irse a buscar fortuna. Quentin tiene 17 años y es rebelde acaso como respuesta a la constante presión a la que es sometida por Jason, su tío. Él le guarda un profundo rencor. Ella es libertina y eso Jason no lo soporta. Trata de controlarla pero Madre y Dilsey siempre intervienen por ella. A Jason, el esposo de Caddy le ofreció un empleo en el banco, pero al descubrirse el engaño de Caddy, Jason se quedó sin su única oportunidad de dejar aquél pueblo, de dejar la carga que era su familia. Pues es él el vela por los que restan, incluidos los negros. Jason se nos muestra como un solterón amargado (por momentos evoca el nombre Lorraine, su amiga de Memphis) y lleno de odio. Frustrado en sus anhelos personales, tiene que supeditarse a ser dependiente de una ferretería para poder seguir dándole la vida a la que su madre estaba acostumbrada.
Gracias al Apéndice (Compson: 1699-1945) que Faulkner escribió para el libro The Portable Faulkner (1946) de Malcom Cowley, sabemos que Jason, luego de la muerte de su madre, envía al sanatorio mental Jackson a Benjy, vende la casa, se libera de los negros y se dedica a su negocio de compraventa de algodones. “Su desprecio por el pueblo es superado únicamente por el desprecio hacia su familia”, agrega Millgate.
La cuarta y última sección, se nos presenta con un narrador omnisciente. “Faulkner dijo que habiendo fracasado tres veces en su intento por relatar la historia –explica Millgate–, y buscando deshacerse del ‘sueño’, había utilizado la sección final para intentar reagrupar a toda la novela, volviendo a contar la historia central de forma más clara y directa”. Sin embargo, esta sección, que ocurre el 8 de abril de 1928, nos obliga a contemplar hechos no antes vistos. Vemos, por primera vez, descripciones físicas de Dilsey, Benjy, Jason, la Sra. Compson. Faulkner parece jugar con el lector. Como arriba dije, Dilsey toma una importancia preponderante en esta sección. Ella “soporta” las demandas que le hace la familia Compson. Además, es recién aquí, cuando vemos descrita la casa Compson como símbolo de decadencia: “Ben volvió a sollozar de nuevo, y por un momento todos miraron la casa cuadrada, despintada y con su pórtico podrido”.
Este último capítulo alterna la visita de los negros a la iglesia, es Domingo de Resurrección, y la búsqueda infructuosa que hace Jason de su sobrina Quentin, quien ha huido con un saltimbanqui del circo, llevándose consigo unos 3 mil dólares (aunque en realidad eran 7 mil. Cuatro mil fueron de los envíos que Caddy hacía para su hija y que Jason se guardaba como compensación por tenerla bajo su techo). Jason regresa golpeado a Jefferson solo para ver a Luster manejar mal su carreta, llevando a Benjy hacia el cementerio. Jason salta a la carreta, da un golpe a Luster y lo amenaza de muerte si vuelve a manejar así. No lo hace por pretender cuidar la salud de Benjy, si no por el qué dirán.
Aunque no nos cuenta lo sucedido desde una sección propia, vemos a Caddy desde los ojos de sus tres hermanos. Acaso eso fue lo esencial en la teoría que Faulkner tuvo de su novela. Cada hermano tenía un reclamo ególatra para Caddy, según sus limitaciones y obsesiones. Es por ello que cada hermano –Benjy, Quentin y Jason– nos pincela a una Caddy distinta. Es un personaje rico pero que nunca llegamos a ver directamente, acaso en ello esté el hecho de que no la sintamos como uno totalmente logrado. Con Benjy es protectora y apaciguadora, fuente de la unión familiar que aún queda. Pero luego, su actividad sexual será el medio de liberación de la represión familiar: símbolo de la desintegración social. Según Millgate, Caddy es el “meollo” de la novela. Y lo aceptamos. “Para mí era la bella –dijo Faulkner en la Universidad de Virginia–, ella era la favorita de mi corazón. Sobre eso escribí el libro y utilicé los instrumentos que me parecieron apropiados para tratar de contar, tratar de dibujar la imagen de Caddy”.
En el final, la novela nos vuelve a presentar a los dos personajes con los que arrancó: Benjy y Luster. Ahora se van. Siguen la ruta hacia el cementerio. Se han contado muchos años, mucho de la ruina de la casa Compson, pero para ambos solo ha pasado un día desde el inicio. Mientras que para algunos se han destruido –de a pocos– sus vidas, para ellos todo sigue igual. Al menos, por un tiempo, para Luster todo seguirá igual. Sin embargo, es Benjy, en el final de su días en Jackson y con toda su familia ya destruida, quien verá con sus ojos “vacíos y azules y seremos mientras una vez más suavemente de izquierda a derecho fluían cornisa y fachada, poste y árbol, ventana y puerta, y anuncio, cada uno de ellos en su correspondiente lugar”.

19 julio, 2009

Novela inédita de un joven Graham Greene

Cuando leí -la semana pasada - el artículo de Max Castillo Rodriguez en Somos, a propósito del libro Las cartas de una vida que recoge el epistolario de Greene, reformulé mi opinión acerca del autor inglés. ¿Por qué? Entre otras cosas que aquellas confesiones escritas revelan, me asombra la frialdad inhumana con la cual Greene busca situaciones de conflictos armados: "Lo que en realidad me interesa de las guerras es que alimentan mi neurosis", dirá sin asco. Lean el artículo, o mejor, lean el libro y saquen sus conclusiones. Sin embargo, esta semana la revista The Strand anunció que publicará por entregas la novela inconclusa que fue descubierta en el archivo del autor que compró la Universidad de Texas: La silla vacía. La novela fue escrita por un Greene de 22 años recientemente converso al catolicismo. Se publicará una novela inédita de Graham Greene:


Una novela incompleta de Graham Greene recientemente descubierta se publicará por entregas en la revista The Strand. La primera entrega tendrá lugar esta semana y el resto aparecerá en cuatro ediciones cuatrimestrales. Entre los planes de la revista figura el de contratar a un novelista para que escriba el final. La novela es un misterio llamado La silla vacía que Greene comenzó a escribir en 1926 y que aparentemente abandonó. En aquel momento tenía 22 años, recién se había convertido al catolicismo y estaba trabajando como pasante en el diario londinense The Times. El manuscrito de la novela fue descubierto el año pasado por el académico Franciois Gallix en el Archivo Greene del Ransom Center de la Universidad de Texas. Se publicó el primer capítulo en The Times de Londres en diciembre de 2008, como parte de una trivia literaria en la cual los lectores tenían que adivinar quién era su autor. La silla vacía transcurre en una casa de campo y los protagonistas son una pareja señorial y un detective-inspector parecido a Colombo. El director de The Strand dijo que "no es lo mejor de Greene pero se reconoce igual que es un texto suyo". La revista ya había publicado un cuento inédito de Mark Twain en su último número y también una novela de P.G. Woodhouse. Ahora The Strand se publica en Birmingham, Michigan, pero es una relanzamiento de la revista londinense que tuvo su auge entre 1890 y 1950.

16 julio, 2009

LOS 50: POESÍA A CUATRO VOCES

CICLO DE CONFERENCIAS
Con Carlos López Degregori, Luis Fernando Chueca, Ana María Gazzolo y Hildebrando Pérez.


El Centro Cultural Inca Garcilaso de la Cancillería celebrará un homenaje a la generación de los poetas del cincuenta con un ciclo de conferencias sobre Francisco Bendezú, Washington Delgado, Pablo Guevara y Javier Sologuren los días 15 y 22 de julio a las 7pm. Estas tendrán lugar en el Jr. Ucayali 391, Lima. El ingreso es libre. El ciclo de conferencias Los 50: poesía a cuatro voces estará a cargo de otros renombrados poetas de nuestro medio: El 15 de julio, primera fecha del evento, Carlos López Degregori disertará sobre las dos etapas más representativas de la poesía de Francisco Bendezú, analizando los rasgos de su poética y el lugar que ocupa en el concierto de las voces de su generación. En la misma mesa, Luis Fernando Chueca hará un acercamiento al trabajo poético de Washington Delgado a partir de dos ángulos de aproximación, en la que enfatizará la diversidad de registros abordados en su poesía y la preocupación constante por la ética de la escritura. En la segunda fecha del ciclo, el 22 de julio, Ana María Gazzolo abordará la poesía de Javier Sologuren, poeta cuya obra se extiende a la crítica y a la difusión de lenguas extranjeras. La charla de Gazzolo desarrollará su ubicación generacional y las diversas manifestaciones de su poética. Por su parte, Hildebrando Pérez comentará sobre la poesía de Pablo Guevara, cuya obra se caracteriza por pertenecer al discurso antiburgués y descolonizador y contener una relación de amor-odio con la ciudad de Lima, sin dejar de explorar en los distintos niveles del lenguaje poético. La poesía peruana de la generación del cincuenta representa uno de los puntos más importantes de la historia literaria peruana. Tradicionalmente se le ha conocido como la época en que se produjo la división entre poetas “puros” y poetas “sociales”. Sin embargo, hay evidencias como para afirmar que esta esquemática división no es suficiente. Estas conferencias buscarán conocer mejor y ampliar la visión que hay sobre esta significativa y memorable década.


Más información:

http://www.ccincagarcilaso.gob.pe/

Telf: 623-2656

Dirección: Jr. Ucayali 391, Lima

12 julio, 2009

"Malambo" o el universo afroperuano

Aquí les dejo la entrevista a la escritora y periodista Lucía Charún-Illescas, autora de Malambó (2001), que acaba de aparecer en El Dominical:

Con los conquistadores españoles llega al Perú lo africano. Así lo hispano, lo andino y lo negro confluyen y se convierten en parte medular de la cultura de gran parte del país. Es recién a fines de los años 20 del siglo pasado que Enrique López Albújar publica “Matalaché”, novela histórica que transcurre en el año 1816 en las tórridas costas piuranas. Una historia de amor en la que confluyen temas como la esclavitud, la discriminación de género, entre otros. Muchos años después aparecerán en la escena literaria personalidades como Antonio Gálvez Ronceros o Gregorio Martínez que retratan al personaje afroperuano, sus costumbres y tradiciones sin estereotipos, y más bien como un actor central y fundamental.
Pero es, sin duda, la escritora y periodista Lucía Charún-Illescas (Lima, 1950), autora de la novela “Malambo” (2001) —traducida al inglés—, quien resalta por su acercamiento a la negritud, conjugando el mestizaje, la hispanidad y lo indio, con una poética que bordea los sueños y lo mágico-cultural. Estos elementos inscriben a Charún-Illescas en lo que se ha venido a denominar afrorrealismo, corriente literaria considerada como una subversión africanizante del castellano: ““Aye, aye, sabangolé”. Dame tu agua para bebé /ñeque ecolecuá /ñizca de agua que corre ya”, escribe en la novela antes mencionada.

Escritura y reivindicación para revivir
“Es en “Malambo”, mi primera novela —publicada originalmente en Italia—, que desarrollo el tema afroperuano, escribiendo quizás lo que siempre quise leer. Nunca había leído una novela con un personaje principal negro. Está “Matalaché”, pero no desde la perspectiva de la negritud misma”.
“Con mi obra no solo reivindico nuestra herencia afro sino revivo el nombre de un antiguo barrio limeño, cuna de todas las vivencias criollas y africanas. Allí vivieron los Ascuez, Victoria Angulo, “La flor de la canela”, que inspiró a Chabuca Granda, el futbolista “Manguera” Villanueva, entre otros”, relata esta narradora que estudió Periodismo en Bausate y Mesa y empezó a reportear para una revista de corte feminista en los años 70 del siglo XX, época en que empezó a escribir cuentos cortos.
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Una niña como todas
Lucía Charún-Illescas nació en Lince. Su infancia fue la típica de una niña de su época. Sobresalía en la escuela al recitar poemas y redactar composiciones. Es la mayor de siete hermanos, hija de un maestro constructor y un ama de casa, ambos limeños. “De mi padre aprendí la disciplina en el trabajo y de mi madre el amor a la literatura. Mi niñez pasó entre lecturas de Verne y Alejandro Dumas. Fui creciendo con Salgari, la poesía de Vallejo, Eguren, García Lorca y escuchando a Agustín Lara en la voz de Toña la Negra, los tangos de Gardel, los Embajadores Criollos y los valses de Pinglo”, cuenta.

“Malambo” y ahora “Kumanana”
Su novela “Malambo” ha sido publicada en italiano, en castellano por la editorial de la Universidad Federico Villarreal y en inglés por Swan Isle Press, distribuida por la Universidad de Chicago, Estados Unidos.
Ha sido conferencista en diversas universidades italianas y su novela es lectura obligatoria en diversos cursos de literatura. “¡Mis críticas son ensayos literarios! ¡Me volvieron académica! Todo el mundo está ganando plata conmigo. Mientras yo estoy en Hamburgo, peleándola”, nos dice sonriendo frente a esas paradojas de la vida.
Su gran amor es la poesía y dice haber clausurado por algún tiempo su vida sentimental. Está convencida que de encontrar a alguien especial los personajes de sus novelas se interpondrán. “Con “Malambo” inicié una literatura afroperuana con bases históricas. Mi segunda obra es “Kumanana” y con ella persigo recuperar el olvido oficial que existe sobre el tema de la esclavitud”. La obra de nuestra escritora es estudiada y analizada por prestigiosos académicos que encuentran en ella una nueva vertiente de la literatura latinoamericana, potente, vital y reivindicadora.

¿Hemingway agente de la KGB?

Y esta noticia si que me desconcierta (pero tampoco es para creérsela de lleno). "La semana pasada se publicó en Estados Unidos un libro que afirma que Hemingway estuvo, durante un tiempo, en la lista de agentes del servicio secreto soviético en los Estados Unidos. No uno muy útil, pero fichado al fin. Ahora, ¿pudo ser una forma de investigación literaria? Quizá. Su nombre de guerra era "Argo" dicen el historiador Haynes y el periodista Vassiliev:



El libro se llama Spies: The Rise and Fall of the KGB (Espías: ascenso y caída de la KGB) y lo escriben el historiador John Earl Haynes; el profesor de Historia y Política Harvey Klehr y el periodista Alexander Vassiliev. Vassiliev es la clave: el hombre fue agente de la KGB y el libro se basa en las notas que tomó cuando, en los años 90, tuvo acceso a lor archivos de Inteligencia de la era de Stalin.El apartado sobre Hemingway recoge su legajo. Allí, cuentan, figura que el autor se acercó al Partido Comunista en Madrid, durante la Guerra Civil, y fue reclutado por la KGB en 1941. Dicen, también, que su nombre de guerra era "Argo" y que "expresó repetidamente su deseo de ayudarnos", en reuniones con agentes soviéticos en la Habana y Londres, en los años 40. Sin embargo, consignan, falló en "dar alguna información política" y nunca se verificó que hiciera "ningún trabajo práctico", de modo que los contactos con Argo cesaron hacia el final de la década.¿Habrá sido -especulan- un pseudo espía, que buscaba en sus actividades clandestinas material literario? ¿O su participación fue genuina pero inefectiva?En los años 50 se pensó en retomar el contacto pero el informe sobre el autor lo desaconsejó: "Se dice que apoya a los trotskistas y que atacó a la Unión Soviética en sus artículos y panfletos."

11 julio, 2009

Nabokov en Playboy

La cubierta esfumada del libro fue realizada por Chip Kidd, uno de los diseñadores más prestigiosos de EE.UU. Fuente: revistañ

Como ya se sabe, Dimitri Nabokov, de 74 años, contó -el año pasado -a la revista Der Speigel que desobedecería la voluntad de su padre: Destruir la novela que dejó inconclusa Nabokov al morirse en julio de 1977: El original de Laura. Una larga disputa legal y familiar terminó con la decisión de desobedecer las órdenes del multi-lingual novelista ruso. Solo la han leído su hijo, Dimitri, su viuda, Vera, y un puñado de académicos. Pero -y lo creo- "no era justo privar al mundo de la última obra de uno de los grandes novelistas del siglo XX". Sin embargo, lo que sí es nuevo, al menos para nosotros, es que un fragmento de esta novela prohibida por su propio autor aparecerá en la edición de diciembre de la revista Playboy. Aunque a muchos les sorprenda, esta revista ya ha tenido experiencia publicando a autores reconocidos: Capote, Miller, Updike...El mismo Vladimir Nabokov publicó fragmentos de su Lolita y de Ada. Esperemos a diciembre. La novela póstuma de Nabokov será publicada en Playboy:


Existía antes (cuando la literatura aún importaba) un viejo mecanismo de defensa al que los hombres estadounidenses echaban mano cuando alguna novia o amiga los pescaba con una revista Playboy. Decían, sin pestañar y con cara seria: "Ah, eso. Yo la compro por los artículos". Y es que Playboy, aparte de ser una publicación pionera del porno-soft también ha tenido, en los Estados Unidos, una rica historia literaria. Norman Mailer escribió en sus páginas; hubo una histórica entrevista con Marshall McLuhan; Alex Haley entrevistó a Martin Luther King entre fotos de bellezas desnudas (blancas). En 1968, publicaron cuentos de Alberto Moravia y un debate entre Truman Capote, Lawrence Durrell, James T. Farrell, Allen Ginsberg, Le Roi Jones, Arthur Miller, Henry Miller, Norman Podhoretz, Georges Simenon, Isaac Bashevis Singer, William Styron y John Updike. Bueno, estos antecedentes bastan para darse una idea. Ahora las cosas no son como ayer, pero en un gesto a su pasado literario la edición estadounidense de Playboy publicará un adelanto de la controversial novela póstuma de Vladimir Nabokov. (...) Según un artículo de The Wall Street Journal en su edición de hoy, la prestigiosa revista literaria The New Yorker rechazó la oferta de publicar un adelanto de la novela que trata de la tristeza de un hombre que tiene una esposa promiscua y que recuerda, a la vez, una vieja obsesión sexual con una chica más joven que él. El sitio de Amazon.com ya anuncia la fecha de publicación de la novela para el 17 de noviembre de este año por la prestigiosa casa Alfred Knopf, mientras que la mencionada nota de The Wall Street Journal afirma que el fragmento de 5000 palabras de la novela que será publicado en Playboy saldrá en su edición de diciembre de este año. Nabokov tenía una manera curiosa de escribir sus novelas: lo hacia en fichas. Según adelanta Amazon, el manuscrito de El original de Laura consistía de 138 fichas. Como libro tendrá un total de 304 páginas, el subtítulo de Una novela en fragmentos y llevará un prefacio de Dimitri Nabokov que, seguramente, justificará su decisión de desobedecer los deseos escritos de su padre. No será, por otro lado, la primera vez que Nabokov aparezca en las páginas de la revista erótica y de la buena vida. En 1969 un largo extracto de su novela Ada fue publicado en Playboy, revista que además en 1964 había publicoado una larga entrevista con el autor.

10 julio, 2009

Las pestes en la literatura

A veces, la literatura es prisma por el que se refractan muchos sucesos que la humanidad ha vivido o quizá vivirá. Pienso en La carretera de Cormac McCarthy y me da escalofrios. Las pandemias -en buena cuenta- han sido un tema recurrente desde el siglo VI, tal como lo demuestra el artículo de Patricia Suárez en Revista Ñ. "En algunas ocasiones, los escritos sobre catástrofes tienen el mero objeto de ser una crónica de los sucesos de un pueblo, pero en otros se convierten en verdaderas obras literarias". Las pestes narradas, en un repaso por grandes obras de la literatura:


Un escritor es como un perro al que le tiran un hueso. Acontecimientos históricos, situaciones dramáticas, revoluciones sociales, cataclismos y hasta la peste, lo estimulan a escribir. La peste -la pandemia- es un leit motiv sobre una situación límite: siendo como es, desastre de la Naturaleza, plantea una guerra al organismo y a la sociedad. Por una parte, las únicas y últimas armas con que cada persona cuenta para enfrentarla son las de su sistema inmunológico; y por otra exige a quienes gobiernan un pueblo, la información, solidaridad, medidas sanitarias y asistencia necesarias para sobrevivir. Un estado empestado, enfermo, es un estado de guerra, será la conclusión de Albert Camus en su novela La peste (1947). (...) Procopio de Cesarea, primer escriba o archivista del tiempo de Justiniano, registró en su Historia la primera pandemia de la que el mundo tiene conocimiento, que comenzó en el 540 d. Cristo y asoló el reino de Bizancio, diezmando su población en un 40%. Los síntomas que Procopio describe son propios de la llamada peste bubónica, aunque por ese entonces no se la definió así, sino que se la llamó -y así pasó a la historia- como la plaga justiniana. Nadie supo por qué remitió la peste, y la gente empezó a pensar en fenómenos cíclicos.Sin embargo la Peste con mayúscula, la que redujo a la mitad la población de Europa y que grabó para siempre una huella mnémica en los hombres de horror a las ratas, fue la de 1348. Según Giovanni Villani, autor de las Crónicas Florentinas, la peste comenzó el año anterior luego del desembarco de cuatro galeras genovesas que provenían de Turquía. Traían a bordo unas ratitas negras, las cuales eran picadas por una pulga que luego pasó a picar a los humanos. Villani relata que el conteo de las muertes era siempre grosso modo, porque no hubo censos ni precisiones por la rapidez con que atacó la peste. Las glándulas de ingles y axilas se hinchaban en forma de bubas -lo que dio a la enfermedad el nombre de peste bubónica- y muslos y brazos se cubrían de manchas negras; el enfermo moría de tres a cinco días después. Los sacerdotes que los asistían en sus últimos momentos, acababan contagiados; por eso el Papa decreto el perdón de los pecados a los sacerdotes que no se animaran a servir a los moribundos. (...) Muchos, según Bocaccio, no pensaban lo mismo: sobre un grupo de hombres y mujeres que huyen a la campiña, erige él su Decamerón. También la peste negra cesó, sin que nadie supiera a que se debió. Hoy se sabe que es un bacilo llamado Yersinia -su descubridor fue Alexander Yersin- y que la peste puede ser controlada tanto con medidas preventivas como en individuos afectados. Quinientos años después del libro de Bocaccio, cuando ya la peste es curable, Albert Camus finalizará su La peste diciendo que se esconde y acecha en cualquier parte.Pero antes de que la ciencia diera cierta calma a los humanos, la peste asoló otra vez Europa en 1664, haciendo foco esta vez en Holanda y desparramándose por el continente. También aquí se debió a que unos marinos desembarcaron sus mercaderías de Turquía. Para ese entonces, Daniel Defoe tenía cinco años y en 1722 escribió la novela Diario del Año de la Peste relatando los acontecimientos, con ese estilo innovador, entre la ficción y el periodismo. Quien narra la crónica es un talabartero que prefiere no abandonar su negocio en Londres. (Alberto Moravia escribirá en 1957 La Campesina, haciendo jugar las equivalencias entre peste y guerra: una almacenera tampoco quiere abandonar su negocio en la Italia en guerra y cuando lo hace, se sume en la desgracia). El talabartero de Defoe sobrevive a la peste y es testigo de los estragos: el remate de su novela es una rima que él solía repetirse como una oración mágica personal: "Una terrible peste hubo en Londres/ En el año sesenta y cinco/ Que arrasó con cien mil almas/ ¡Y sin embargo estoy vivo!"

09 julio, 2009

Vargas Llosa: "Su idea del Perú es la de una patria que puede acomodar la diversidad"

Mario Vargas Llosa, con motivo del 400 aniversario de la publicación de los Comentarios Reales de los Incas del Inca Garcilaso de la Vega, fue invitado por la British Library para hablar del cronista mestizo considerado como el "primer escritor peruano (en el sentido de mestizaje)". Vargas Llosa resaltó al Inca como el punto de partida de la universalización de la lengua castellana y como el referente hispano-americano de un "humanismo sin fronteras":

Esta obra convirtió al Inca Garcilaso en "el primer escritor de su era en hacer que la lengua de Castilla trascendiera fronteras", en palabras del escritor y académico, que estuvo acompañado por el historiador británico John Hemming, uno de los grandes conocedores de la cultura inca, y del psicoanalista peruano Max Hernández. Según Vargas Llosa, el Inca -considerado el primer mestizo de Perú y el gran cronista de la Historia antigua de su país- "perpetró un robo lingüístico y literario de imprevisibles consecuencias: tomó posesión del español, la lengua de los conquistadores, y la convirtió en una propiedad del mundo entero". Pero su legado fue más allá del puramente literario o historiográfico, ya que fue también un pionero a la hora de entender que Perú tenía que ser visto como una tierra de diversidad. El Inca Garcilaso vio que "no hay incompatibilidad entre el patriotismo inca y el patriotismo español", argumentó Vargas Llosa, quien por esta razón opinó que "nadie debería utilizar sus bellas páginas para propósitos o prejuicios nacionalistas". "El autor de Los Comentarios Reales es lo diametralmente opuesto a las limitaciones nacionalistas. Su idea del Perú es la de una patria que puede acomodar la diversidad, que admira la capacidad de los incas para abrirse a otras culturas e incorporarlas a su propia alma", manifestó. En este sentido, recordó que el Inca Garcilaso, hijo de español y de inca, "logró ser muchas cosas sin traicionar ninguna de ellas: indio, mestizo, blanco, hispanohablante, quechuahablante, italianohablante, un hombre de Cuzco y de Montilla, indio y español, americano y europeo, un hombre universal". Su concepto de patria fue el de "un vasto conglomerado que más o menos coincide con la Humanidad en general", destacó Vargas Llosa, quien defendió que este concepto "deriva de sus intuiciones, de sus lecturas universales, de su sensibilidad y de ese humanismo sin fronteras que absorbió de la literatura renacentista".

Adiós Enrique Congrains Martin

Enrique Congrains Martín, uno de los más reveladores escritores del realismo urbano de la generación del 50, falleció el lunes en Cochabamba, Bolivia, a los 77 años. Según informó ayer su hijo Alfredo Congrains, el novelista presentó el domingo problemas respiratorios y fue internado de emergencia en un hospital de la ciudad andina. Su salud se resintió a eso de la 1 p.m., y le sobrevino un paro cardíaco. Conocido por su carácter complejo y extravagante, el autor de una novela tan cruda como “No una, sino muchas muertes” y de cuentos tan conmovedores como “El niño de junto al cielo”, Congrains Martín (Lima, 1932), desapareció del medio literario local para emprender fuera del país proyectos editoriales ajenos a la literatura. En palabras de Oswaldo Reynoso: Congrains "contaba sobre la pobreza urbana pero no desde arriba (...) lo hacía desde la misma calle, pues era un escritor que sentía afecto por las clases populares. En las pocas veces que lo tarté me di cuenta que era un compañero leal". Descansa en paz.

06 julio, 2009

Los poemas no reconocidos de Borges

El artista Guillermo Roux cuenta cómo el escritor le entregó a su mujer seis de sus poemas ( uno fue reconocido pero los demás son 5 sonetos que se le atribuyen a Borges, publicados en distintos medios del mundo). Un camino que se inició hace casi 24 años. Poemas que habrían sido de Borges, en una historia digna de un cuento:

Es una historia rara, rarísima. Bien podría ser un cuento de Borges", comenta el artista plástico Guillermo Roux mientras escarba papeles desparramados en la mesa de su casa. Claro que no son papeles cualquiera, se trata de las copias de seis poemas que, cuenta Roux y su compañera Franca Beer, Borges les entregó en setiembre de 1985. Uno de los cuales apareció dos años más tarde en el bolsillo del médico colombiano Héctor Abad, el día en que fue asesinado, y décadas después movilizó a su hijo, el escritor Héctor Abad Faciolince, en la búsqueda y verificación de su origen. Sólo uno de los poemas, titulado "El testigo" estaba incluido en Obra poética, de Borges publicada por Emecé en 1977, los demás no forman parte de la obra editada del autor de Ficciones, sólo anduvieron un camino de sombras, un camino propio que ahora parece replegarse sobre la mesa y los recuerdo de Franca Beer y Guillermo Roux."Debería comenzar por el principio", postula Beer y aclara que todo se inició con un pedido de su amigo Jean Dominique Rey, el poeta, crítico de arte y periodista francés que tras una temporada en Buenos Aires, durante la cual trabajó en la obra de Roux para lo que serían los textos de un libro sobre el artista que publicó La Rizzoli de Nueva York en 1986, les manifestó a sus amigos el deseo de ver a Borges. "Nosotros que conocíamos a Borges desde hacía tiempo le pedimos una entrevista a la accedió sin problemas. Arreglamos un día y fuimos los tres", explica Beer.En el encuentro, Rey conversó con el poeta mientras Roux le realizó un retrato -que aquí se reproduce por primera vez- y Beer hizo algunas fotos. Antes de retirarse, según cuentan, el francés le pidió a Borges algunos poemas para publicar junto a la entrevista, y éste accedió diciendo que buscaría algunos y se los daría al día siguiente. Pero aquel 29 de septiembre de 1985, era él último día de Rey en Buenos Aires por lo que la encargada de pasar por los poemas, para remitírselos al francés, fue Beer."Cuando llegué a su casa, al otro día, Borges me dijo que no había buscado aún los poemas pero que yo podía ayudarlo. Me pidió que fuera a su dormitorio, a un cajón en el que había varios papeles sueltos y se los leyera. Yo estaba emocionada y leía de corrido así que él me frenó y me dijo: 'No, no. Así, no. Los poemas se leen haciendo una pausa después de cada verso, sino no se alcanza a percibir su ritmo'. Volví a intentarlo. Leímos varios y él me iba diciendo cuál tomar y cual no", cuenta Beer. Hace algunos silencios, busca entre las imágenes de aquel encuentro y agrega: "En un momento di con un poema que no tenía título y se lo comenté. El escuchó mi lectura y preguntó: '¿Y qué titulo le ponemos?'. Dije un título obvio, que a él no le gustó, así que lo descartó y me dictó otro". Beer relee ahora aquellos papeles en los que copió los poemas que luego envió a Rey, y muestra un ejemplar de la revista cultural parisina Supérieur Inconnu, donde salieron publicados, junto a la entrevista y el retrato de Roux, recién en 1996. Para entonces los poemas ya habían hecho su propio camino. Beer se los había pasado a su amigo Coco Romairone, quien a su vez se los había dado a Jaime Correas, por entonces un estudiante mendocino, que propició una reducida edición. Hasta ahí el relato de Roux y Beer. De cómo llegó uno de los poemas a manos del doctor Abad surge de la historia que a partir de su hallazgo tejió su hijo Abad Faciolince, que acaba contar en el Festival Malpensante, en Colombia, y que se publicó en esta sección el martes 30 de junio. Pruebas más, pruebas menos, los poemas andan también dando vueltas por Internet, y el poeta colombiano Harold Alvarado Tenorio se los adjudica como un ejercicio de emulación del maestro.Roux y Beer desandan sus memorias, hay cosas que se les pierden, pero ponen los papeles sobre la mesa. Al momento, María Kodama no arriesga un juicio: "No quiero decir que son ni que no son de Borges. En lo que respecta a Roux puede ser... ellos tenían una relación. Aunque Borges no era una persona de dejar cosas sueltas, todo lo contrario. En este caso tendría que ver bien los textos y hablar con Roux, con Beer y Rey", dijo a Clarín el viernes, tras exponer en el Foro Internacional de Traducción "Borges, entre el escritor y el traductor".