17 marzo, 2009

Hablando de García Lorca

EL GRAN AMOR. Lorca con Dalí, el primero y el que no pudo ser. Fuente: Revistañ

El biógrafo de García Lorca, fue entrevistado por Revista Ñ, a propósito de su nuevo libro donde cuenta cómo se cercenaron textos y se eludió el aspecto gay del autor Poeta en Nueva York. "`Hay enigmas en Lorca, hay enigmas´, asegura el irlandés Ian Gibson. El biógrafo atiende a Clarín y Ñ en el día en que presentó en Madrid su último libro, Lorca y el mundo gay. Gibson ya ha escrito las biografías de Antonio Machado y Dalí y prepara la de Luis Buñuel. Sin embargo, son sus investigaciones sobre Federico García Lorca las que despertaron más interés y polémica: si antes reveló parte de la trama oculta detrás del asesinato del poeta, ahora ataca una suerte de conspiración que silenció durante décadas la homosexualidad del poeta y que, según él, persiste en parte del mundo académico español". "Por la familia, nadie se animaba a hablar de la homosexualidad de Lorca"


—¿Pero de qué enigmas hablaba?
—Bueno, uno de ellos es que era el poeta que más recitaba en público y no tenemos ni una grabación.

—Se dijo que había aparecido acá...
—Sí, ¿pero quién la escuchó? Yo no. ¿Tú?

—Tampoco.
—Ah, bueno. Eso sí, si existe, está en Buenos Aires. El estuvo cada noche en Radio Esplendor. En Buenos Aires tiene que haber, en algún sótano, un disco sin etiquetar con la voz de Lorca.

En Lorca y el mundo gay (Planeta) Gibson retrata el silencio en torno de la homosexualidad de Lorca, un silencio del que fueron cómplices algunos de sus amigos, sus familiares y también la crítica. "Las ediciones más populares de El público o Poeta en Nueva York, libros que llegan a escolares de medio mundo y no se han revisado desde su salida, son homofóbicas. No mencionan un tema central para entender su obra. Incluso era difícil para los republicanos. Cuando en Oda de España, la revista de la República, se publica la elegía que le dedica Luis Cernuda, le cortan la última estrofa, la que hablaba de su gusto por los "efebos maravillosos". Tampoco en la Residencia de Estudiantes (donde vivió conoció a Dalí, Buñuel y Pepín Bello) estaba bien visto.

—¿Sus amigos pusieron distancia?
—A Pepín le preocupaba tanto que cuando Juan Antonio Bardem estaba haciendo la serie Lorca, muerte de un poeta, me llamó preocupadísimo porque le habían dicho que el actor que iba a hacer de él tenía un aspecto muy marica. Buñuel igual. Estaban obsesionados por el qué dirán. Había un temor a ser gay en ellos.

—Con los años el silencio siguió.
—El problema radica en la propia familia. Francisco e Isabel García Lorca, los hermanos y herederos de Federico. Según me contó su hija, en casa de Francisco estaba prohibido hablar del tema. El incluso publicó un libro, Federico y su mundo, donde a pesar del título no se menciona la homosexualidad. Con un heredero así, ningún lorquista que quisiera acceder a los archivos se animaba a decirlo y relacionar su homosexualidad y su obra. Ese aspecto lo quería terminar con este libro

—¿Cómo fue su vida durante el tiempo que pasó en Buenos Aires?
—Cuando conocí a Ricardo Molinari, él me pasó un dibujo de Federico que dice "Los lugares donde más he amado, Cadaqués y Buenos Aires". Pero no pude preguntar más. Lorca tenía complicidades por todos lados y Bodas de Sangre fue un gran éxito allí. Pero no me consta que tuviera un gran amor.

—¿Y cuál fue su gran amor?
—Hombre, Dalí fue el primero y quizá la persona más amada, aunque no pudo ser. Dalí temía más que nada ser gay, aunque era más gay que nadie. Luego, al final de su vida, Rafael Rodríguez Rapún. Aunque no podía saber cuándo había muerto Lorca porque entonces no lo sabía nadie, Rapún murió exactamente un año después que Lorca, en la misma fecha. Fue en el frente del Norte, luchando contra Franco. Al parecer, saltó de una trinchera y se dejó matar por la metralla de un avión.

-¿Se imagina a un Lorca más volcado al teatro?
-Sí, creo que lo que hizo en El público o Así que pasen cinco años fue un camino trunco. En sus últimos años decía: "Yerma está muy bien, pero mi obra es El público". El era consciente de que no había hecho su obra, no estaba contento, quería escandalizar. Hay una entrevista que le hacen en el 34 o el 35. Ahí se ve que quería influir en la sociedad, hacer un teatro revolucionario que escandalizara a la gente y forzara a cuestionar ciertos valores sociales.

07 marzo, 2009

Premio Cosecha Eñe 2009

Carátula del último número de Eñe, dedicado a la literatura latinoamericana. Fuente: eñe


Por cuarto año consecutivo, EÑE Revista para leer, convoca a participar de su concurso de cuentos, Cosecha Eñe, que ofrece 3,000 euros al ganador (Los trabajos también se pueden enviar por correo):
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Por cuarto año consecutivo, EÑE convoca su premio de cuentos, con la intención de reunir la mejor cosecha de escritores del momento, sin distinción de nacionalidades, edad o trayectoria: el premio está abierto tanto a escritores inéditos como consagrados.
El resultado compondrá la revista de otoño 2009, el mejor escaparate de la narrativa breve actual.
Premiaremos al mejor relato con 3.000 euros y, a los finalistas, con la publicación de su relato en el número de otoño 2009.

Consulta las bases completas aquí.
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El plazo de presentación vence a las 24 horas del domingo 22 de marzo de 2009.

04 marzo, 2009

"60 años de la muerte de un autor mayormente olvidado"


Ya casi no leído, José Diez Canseco (Lima, 1904-1949) significa, para la narrativa peruana, un autor "puente". De tránsito a una evolución. Digno representante de la narrativa del cuarenta, Diez Canseco es pues, con su obra más conocida, El Duque, un precursor de la crítica social a la oligarquía de Lima. Quizá sea hora, a 60 años de su muerte, de revalorizar su obra y darle el reconocimiento que merece. Es por ello que, en El Dominical, se le recuerda y homenajea. Un escritor puente:

La obra de José Diez Canseco (Lima, 1904-1949) ha comenzado a ser revalorada a partir de dos publicaciones que recopilan su obra, una de Tomás G. Escajadillo y otra del Rectorado de la Universidad Católica, que aparecieron en el año 2005. Precisamente Escajadillo ha sido quien ha señalado al autor de “Estampas mulatas” (1930) y “Duque” (1934) como el “precursor de la narrativa urbana de los años cuarenta”. Ubicado en esa etapa de transición, José Diez Canseco tuvo una corta y azarosa vida como escritor y periodista entre las décadas de 1930 y 1940. Su narrativa tiene la cualidad de captar el lenguaje y las costumbres de los actores sociales de la vida limeña, desde personajes marginales hasta integrantes de la aristocracia. En esa etapa publicó sus novelas “El Gaviota”, en dos entregas en la revista “Amauta”, y “Suzy” en “El Mercurio Peruano”. En 1930 reunirá “El Gaviota” y “Kilómetro 83” bajo el título de “Estampas mulatas”, libro que incluirá más relatos en versiones posteriores de 1938 y una póstuma de 1951. Con “Duque”, su obra más conocida, difundida y acabada, Diez Canseco hizo una satírica y corrosiva crítica social a la oligarquía de Lima. Muchos críticos han destacado que esta novela antecede a “Un mundo para Julius” de Alfredo Bryce. Precisamente, Escajadillo cuenta que Bryce antes de publicar su novela le pidió una copia de “Duque”, pero cuando recién se la pudo hacer llegar, este ya había terminado el libro. Aun así existe un diálogo entre ambas obras. Un buen pretexto para acercarse a Diez Canseco es el recuerdo de los 60 años de su muerte, ocurrida un 4 de marzo de 1949.

01 marzo, 2009

Antología personal del cuento universal



Como alguna vez prometí en mi post de año nuevo, en Purgatóricas tenían que crearse nuevos espacios. Es por ello que lanzo mi Antología personal del cuento universal. La explicación es la siguiente: Esta antología, como todas las demás, es arbitraría hasta el último byte. ¿Qué pretende? Hacer un somero acercamiento a ese género tan rico y vasto que es el cuento. La selección de los cuentos es totalmente subjetiva, y se ajusta a mis predilecciones. Ahora, pretender una antología del cuento universal, no supone un recuento de los cuentos que de por sí, son leídos, estudiados y comentados. Es por ello que es enteramente "personal". Los cuentos los iré posteando paulatinamente y agregaré un comentario a los mismos. Si pretendemos buscar algún valor a esta antología, quizá sea la de, acaso, compartir mis gustos literarios a la espera de que coincidan con los suyos. Aceptaré sugerencias para incluir éste o aquél cuento, aunque primero éste deba pasar por mi jucio personal. Para los cuentos que no pueda postear íntegros, colocaré el link para que puedan leerlos en otras páginas. Sea el caso también que estén en pdf. Si el cuento no se halla en internet, se los enviaré por correo. El espacio de comentarios está abierto para que, si gustan, den sus apreciaciones acerca del cuento que leyeron.

El primer cuento posteado, es el genial El corazón de la tinieblas de Joseph Conrad. Disfrútenlo!

Una entrevista a Bioy Casares

Ayer, ADN cultura publicó una entrevista de hace 22 años, realizada por Jorge Urien Berri, al narrador argentino Adolfo Bioy Casares (1914-1999)."Fue en 1987, abril tal vez, porque hacía muy poco de la rebelión de Aldo Rico y sus carapintadas contra Alfonsín, tema por el que me preguntó con insistencia. Le preocupaba el país y la política, estaba muy informado y, como se verá, sus reflexiones sobre aquella Argentina calzan a la perfección en la de hoy". Bioy Casares habla de su génesis como escritor, de política, de literatura argentina, de Faulkner, de Joyce, de mujeres, de la muerte... La entrevista es extensa pero a la vez es un gran rescate. "Escribir da sentido a la vida y mucha fuerza"

Bioy tenía 72 años. "Qué asco", agregó al decírmelo con una sonrisa amarga que aún estoy viendo. Ahora, al leer sus diarios editados después de su muerte (Descanso de caminantes), comprendo que hacía tiempo que la vejez lo obsesionaba y entiendo por qué, cuando hablamos de la muerte y le dije que no moriría del todo porque quedaban sus libros, se exaltó: "No, ésas son ilusiones", la muerte "será el fin del mundo para mí". Y sin embargo, era un hedonista que gozaba de la escritura, la lectura, la comida, las mujeres. Pero no de las entrevistas. "No me gustan –me confesó– porque llevan a la publicación de borradores y mis borradores son malos, lo sé." La timidez y la entrega de quien va al cadalso lo hacían un excelente entrevistado. Al año siguiente escribió en sus diarios: "Durante un período enfrenté los reportajes periodísticos muerto de miedo, como si fueran mesas examinadoras". (...) Borges había muerto hacía un año. Bioy se había enterado en un quiosco de diarios de Ayacucho y Alvear y aquella tarde de junio de 1986 siguió caminando por Barrio Norte "sintiendo –escribió en su diario– que eran mis primeros pasos en un mundo sin Borges". Cortázar, su amigo a la distancia, había muerto en 1984. Quedaban él y Sabato. Autor de una obra original y sólida que incluye el portento de La invención de Morel, ahora, pensaba yo, Bioy salía de abajo de la sombra densa de su amigo Borges. No me animé a tocar el tema. Ni siquiera hablé de Borges. Lo hizo él. Le llevé el borrador de la entrevista con las 42 carillas de la desgrabación literal reducidas a once. Al día siguiente su íntimo amigo desde la infancia, Enrique Drago Mitre, presidente del directorio de La Nacion, me llamó por primera y única vez a su despacho: "Adolfito me pide que lo perdone. Dice que usted estuvo bien pero él no, y le ruega no publicarla". Protesté, era una estupenda entrevista. No hubo caso. Pero Bioy, caballero al fin, se tomó el trabajo de enviarme un sobre con su borrador de mi borrador. Siete carillas a máquina –aún las conservo– que confirmaban cuál era la traba. En su versión faltaban las preguntas sobre la dictadura, la represión y los juicios a los militares que habían originado la rebelión carapintada, y obviamente faltaban sus críticas a los represores y a los guerrilleros. La nota no se publicó. "No quisiera ofender", me había dicho en la segunda parte de la charla en la que había volcado reflexiones duras y dolorosas. Cuando volví a entrevistarlo en 1994 no mencionó nuestra mutua frustración de 1987. Ya lo dije, un caballero. Aquella entrevista de hace 22 años se publica ahora para hacerle justicia y porque los tramos más pesimistas y doloridos de la segunda parte resultan similares a los que por entonces escribió en sus diarios y que luego se hicieron públicos. Además, hoy el tema de los juicios a los militares no tiene el enorme peso de aquel momento. Del texto que me envió he aprovechado algunas precisiones de circunstancias y fechas.

–De joven fue buen jugador de fútbol, rugby y tenis. ¿Cómo se convirtió en escritor?

–Sí, casi es inexplicable para mí también, porque mi actividad y hasta mis ensoñaciones eran deportivas. Pero cuando algo me golpeaba mucho, mi reacción era planear un libro. Estaba enamorado de una chica y no me llevaba el apunte, y entonces, sufriendo, pensaba escribir un libro que se llamaría Corazón de payaso. Por suerte la voluntad no me acompañó. Y llegó un día, no sé por qué, en que escribí una historia fantástica y policial, "Vanidad o Una aventura terrorífica".

–¿A qué edad?

–A los doce años. Era muy tonta. No había leído libros de literatura fantástica ni policiales. Cuando empecé el Nacional descubrí la literatura y fue una revelación. A pesar de que tenía doce años me sentía terriblemente atrasado y traté de leer todo, y también escribía. Me salieron seis o siete libros pésimos. De uno, Caos, Larreta le aseguró a mi madre que había sido escrito en pleno aquelarre glandular. Era falso, no era aquelarre glandular, era aquelarre literario. Pero yo me sentía estimulado. Estaba leyendo literatura española, el Ulysses de Joyce, literatura francesa, la Biblia, filosofía. Y al mismo tiempo trataba de escribir.

–¿Fue un buen alumno?

–Fui un pésimo estudiante de primer año, bloqueado porque no entendía álgebra ni matemáticas, y llegué a no saber estudiar. Apareció un buen profesor, Felipe Fernández, que me enseñó matemáticas en su casa y así descubrí el método y el orden, descubrí las matemáticas y quise ser matemático. Si él no hubiera muerto, a lo mejor hubiera sido matemático. Sus lecciones permitieron que después escribiera libros de trama bastante complicada, como La invención de Morel y Plan de evasión, que requerían un cierto orden.

–¿Cómo hacía para que le alcanzara el tiempo?

–No me lo explico hoy, creo que entonces los días eran más grandes, no teníamos estos días de juguete que tenemos ahora. Leía muchísimo y escribía muchísimos cuentos que no le gustaban a nadie.

–¿Cuántos años tiene?

–Setenta y dos… Qué asco.

–Se lo ve muy bien .

–Eso dicen los que están afuera. Yo, que estoy adentro… Cuando me dicen que no me quitan lo bailado, yo digo, "pero sobre todo no me lo devuelven", que es lo único que me interesa… Haberlo bailado... [Sonríe.] –¿No se siente recompensado por tener una obra reconocida? –Mire, uno se deja convencer un poco, pero en el fondo sabe cómo la hizo.

–¿Cómo lo hizo?

–Escribir me cuesta trabajo. Si bien cuando concluyo un libro creo que ya sé escribir y escribiré el próximo rápidamente, cuando lo empiezo tengo las mismas dificultades de siempre y debo descubrir cómo escribirlo. Muchas veces he dejado libros inconclusos porque iban por mal camino. A los 17 o 22 años era lógico, pero me sucede ahora. El año pasado estaba escribiendo una novela de la que tengo 80 páginas, bastante para un inventor rápido pero un escritor lento, y me di cuenta de que había que dejarla.

–¿La guardó?

–Ahí está, para que un profesor la descubra cuando uno esté muerto y se entretenga con esas estupideces. –¿Corrige mucho? –Hago muchísimas correcciones, y no me gustan mucho los reportajes porque llevan a la publicación de borradores, y mis borradores son malos, lo sé. Alguien dijo alguna vez: "Denme un borrador y podré escribir un buen libro". Creo en eso

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