El artista Guillermo Roux cuenta cómo el escritor le entregó a su mujer seis de sus poemas ( uno fue reconocido pero los demás son 5 sonetos que se le atribuyen a Borges, publicados en distintos medios del mundo). Un camino que se inició hace casi 24 años. Poemas que habrían sido de Borges, en una historia digna de un cuento:
Es una historia rara, rarísima. Bien podría ser un cuento de Borges", comenta el artista plástico Guillermo Roux mientras escarba papeles desparramados en la mesa de su casa. Claro que no son papeles cualquiera, se trata de las copias de seis poemas que, cuenta Roux y su compañera Franca Beer, Borges les entregó en setiembre de 1985. Uno de los cuales apareció dos años más tarde en el bolsillo del médico colombiano Héctor Abad, el día en que fue asesinado, y décadas después movilizó a su hijo, el escritor Héctor Abad Faciolince, en la búsqueda y verificación de su origen. Sólo uno de los poemas, titulado "El testigo" estaba incluido en Obra poética, de Borges publicada por Emecé en 1977, los demás no forman parte de la obra editada del autor de Ficciones, sólo anduvieron un camino de sombras, un camino propio que ahora parece replegarse sobre la mesa y los recuerdo de Franca Beer y Guillermo Roux."Debería comenzar por el principio", postula Beer y aclara que todo se inició con un pedido de su amigo Jean Dominique Rey, el poeta, crítico de arte y periodista francés que tras una temporada en Buenos Aires, durante la cual trabajó en la obra de Roux para lo que serían los textos de un libro sobre el artista que publicó La Rizzoli de Nueva York en 1986, les manifestó a sus amigos el deseo de ver a Borges. "Nosotros que conocíamos a Borges desde hacía tiempo le pedimos una entrevista a la accedió sin problemas. Arreglamos un día y fuimos los tres", explica Beer.En el encuentro, Rey conversó con el poeta mientras Roux le realizó un retrato -que aquí se reproduce por primera vez- y Beer hizo algunas fotos. Antes de retirarse, según cuentan, el francés le pidió a Borges algunos poemas para publicar junto a la entrevista, y éste accedió diciendo que buscaría algunos y se los daría al día siguiente. Pero aquel 29 de septiembre de 1985, era él último día de Rey en Buenos Aires por lo que la encargada de pasar por los poemas, para remitírselos al francés, fue Beer."Cuando llegué a su casa, al otro día, Borges me dijo que no había buscado aún los poemas pero que yo podía ayudarlo. Me pidió que fuera a su dormitorio, a un cajón en el que había varios papeles sueltos y se los leyera. Yo estaba emocionada y leía de corrido así que él me frenó y me dijo: 'No, no. Así, no. Los poemas se leen haciendo una pausa después de cada verso, sino no se alcanza a percibir su ritmo'. Volví a intentarlo. Leímos varios y él me iba diciendo cuál tomar y cual no", cuenta Beer. Hace algunos silencios, busca entre las imágenes de aquel encuentro y agrega: "En un momento di con un poema que no tenía título y se lo comenté. El escuchó mi lectura y preguntó: '¿Y qué titulo le ponemos?'. Dije un título obvio, que a él no le gustó, así que lo descartó y me dictó otro". Beer relee ahora aquellos papeles en los que copió los poemas que luego envió a Rey, y muestra un ejemplar de la revista cultural parisina Supérieur Inconnu, donde salieron publicados, junto a la entrevista y el retrato de Roux, recién en 1996. Para entonces los poemas ya habían hecho su propio camino. Beer se los había pasado a su amigo Coco Romairone, quien a su vez se los había dado a Jaime Correas, por entonces un estudiante mendocino, que propició una reducida edición. Hasta ahí el relato de Roux y Beer. De cómo llegó uno de los poemas a manos del doctor Abad surge de la historia que a partir de su hallazgo tejió su hijo Abad Faciolince, que acaba contar en el Festival Malpensante, en Colombia, y que se publicó en esta sección el martes 30 de junio. Pruebas más, pruebas menos, los poemas andan también dando vueltas por Internet, y el poeta colombiano Harold Alvarado Tenorio se los adjudica como un ejercicio de emulación del maestro.Roux y Beer desandan sus memorias, hay cosas que se les pierden, pero ponen los papeles sobre la mesa. Al momento, María Kodama no arriesga un juicio: "No quiero decir que son ni que no son de Borges. En lo que respecta a Roux puede ser... ellos tenían una relación. Aunque Borges no era una persona de dejar cosas sueltas, todo lo contrario. En este caso tendría que ver bien los textos y hablar con Roux, con Beer y Rey", dijo a Clarín el viernes, tras exponer en el Foro Internacional de Traducción "Borges, entre el escritor y el traductor".
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