30 octubre, 2011

Dos de Vargas Llosa


Mario Vargas Llosa (i) firmó autógrafos y entregó un diploma al mexicano Ignacio Gómez –primer ganador latinoamericano del premio que lleva el nombre del Nobel– ante un auditorio abarrotado en el que se mezclaron varias generaciones de amantes de la literatura

Firmó autógrafos y entregó un diploma al mexicano Ignacio Gómez –primer ganador latinoamericano del premio que lleva el nombre del Nobel– ante un auditorio abarrotado que sobrepasó su capacidad y dejó a muchos sin oírlo ni verlo.


Estos días han continuado agitados para el Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa. Sin embargo, descansando al menos de la presión de ser el vigente Nobel, pues ya esa carga la tiene el poeta sueco Tomas Tranströmer, MVLL estuvo en Murcia hablando (una vez más, pero acertadamente) sobre su pasión por la lectura y la escritura en la clausura del congreso que sobre su obra ha organizado la Obra Social CAM y la UMU.  Sobre la vocación del escritor refirió que es «una vocación no solo es una predisposición, sino también una elección», y recordó que, en su juventud, «no era fácil ´elegirse´ como escritor; no era una actividad alimenticia y no me atrevía a pensar que algún día sería un escritor de verdad, y no uno ´de domingos´».

Pide perdón Mario Vargas Llosa por la comparación «un poco chusca y fea» cuando asegura que la vocación de escritor es como tener la solitaria, «un bicho en las entrañas» que devora todo. «Es lo único que representa esa idea de entrega total», se justifica. Recordaba ayer el Premio Nobel ante los murcianos que pudieron entrar al Aula CAM –donde se clausuró el congreso que sobre su obra ha celebrado la UMU– que un amigo que tuvo una tenia le contaba que todo lo que hacía: ir al cine, a un museo, conversar, leer... todo era para la solitaria. «No me olvido ni un segundo del bicho y él se alimenta de todo lo que hago», le decía al escritor, quien tiene «una sensación similar» cuando la obra en la que trabaja empieza a tomar forma: «Todo lo que hago es para ella, hasta lo más tonto se lo traga la historia que estoy creando».

Pero además, no quería dejar de postear la última entrevista que MVLL hizo en su año como Nobel. Recibió al escritor Santiago Roncagliolo para hablar de cómo fueron estos doce meses con el máximo galardón de la literatura a cuestas. Aquí un extracto:

¿Cómo le cambia la vida a un hombre que recibe un Nobel?
Te advierto que te va a producir vértigo

Mario Vargas Llosa no ha sido capaz de precisar cuántos viajes ha hecho el año pasado. Sabe que, a las más de treinta lenguas en que ya estaba traducido, se han sumado dieciséis nuevas, y que sus libros han aparecido en países tan inesperados como Tayikistán. Pero no recuerda cuántos de esos países ha visitado. Para darme una idea aproximada de la locura que es su vida, ahora se dispone a detallarme su agenda de los próximos dos meses. Contando con los dedos, comienza a decir:

—Mañana parto temprano a Suiza para una conferencia. Al día siguiente a Suecia, para cuatro días en la feria del libro de Gotemburgo. De ahí viajo a Oslo, dos días. Y después se me pierde el orden, pero más o menos, París, Varsovia, Cracovia, Viena, Fráncfort, Berlín, Murcia, algunos compromisos más en España, luego Estados Unidos...

Su agenda es tan apretada que ya la ejecuta sin pensar. La avalancha de medallas, distinciones y premios las hace indistinguibles. Sobre la mesa de su salón descansa un libro publicado por una importante entidad, pero él no recuerda de dónde salió. Yo sí lo sé, y se lo digo:

—Te lo ha regalado esa institución porque te rinden un homenaje la semana que viene. Te han distinguido con su mayor condecoración.

—Ah —responde, con el mismo interés que le habría dedicado a la lista de ingredientes de un yogur.

—¿Disfrutas con todos estos viajes y homenajes? —le pregunto.

—Ya no. Disfruto momentitos, sobre todo cuando me encuentro con viejos amigos. Pero apenas puedo aprovechar las ciudades. Casi todo mi tiempo está saturado de firmas de libros, conferencias, y lo más pesado de todo, entrevistas.

Me pregunto si es una indirecta, ya que esto es una entrevista. Pero es imposible saberlo. Vargas Llosa es un experto en el trato con periodistas. Sabe ser exquisitamente cortés y al mismo tiempo cortar cualquier posibilidad de que te pases de la raya. Al llegar, me pide que lo tutee —algo que no siempre consigo— y me ofrece una bebida. Pero las opciones son “agua o Coca-Cola”. Y un vistazo a las botellas de su bar, muchas de ellas casi llenas, confirma que, en su casa, el alcohol se reserva para ocasiones muy especiales.

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