Fuente: leedor
El suplemento El Dominical, presenta un artículo a proposito de la presentación del libro: Una enfermedad romántica. La tuberculosis y sus "metáforas" en el siglo XIX y principios del siglo XX: un debate abierto, de la argentina Amalia Pati. La nota hace un fugaz recorrido por el siglo XIX en donde la TBC fue una enfremedad de "moda" entre la intelectualidad.
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Dice la nota: Heroínas que desfallecen de amor. Rostros que adquieren una palidez sepulcral. Fiebres y sudores nocturnos que se entremezclan con desvelos amorosos. Artistas jóvenes, blancos y bohemios, que dejan literalmente la vida en sus obras, mientras relatan amores desventurados. Estamos en la Europa del siglo XIX. La sociedad industrial está en sus inicios, la población urbana aumenta y las ciudades desnudan sus precarias condiciones sanitarias, todo esto hace rebrotar un mal tan viejo como el hombre: la tuberculosis afecta a ricos y pobres y morirse joven se convierte en algo común. [...] Por esa misma época, Alejandro Dumas, hijo, publica La dama de las camelias, la historia de Margarita Gautier, la elegante cortesana enredada con adinerados jóvenes burgueses, que también desfallece de tisis y de amor. La obra igualmente inspiró otra célebre ópera: La Traviata de Verdi. Pero arte y vida se parecen. Y todo el romanticismo quedará teñido por el rojo de la sangre en los pañuelos blancos y delicados. La belleza lánguida y melancólica como rasgo estético, la enfermedad como señal de espíritus sensibles, talentosos, nocturnos y rebeldes. La lista de escritores, poetas, músicos y artistas muertos por tuberculosis en el siglo XIX, e inicios del XX, es larga y notable: Novalis, Schiller, John Keats, Bécquer, Chéjov, Chopin, Carl María von Weber, Modigliani, entre otros. Un caso extremo es el sucedido a las hermanas Brontë: las tres, todas ellas escritoras, murieron en un lapso de siete años, entre 1848 y 1855, víctimas de la tuberculosis: Emily (Cumbres borrascosas), Anne (La inquilina de Wildfell May) y Charlotte (Jane Eyre). Esto, sin duda, acentuó la creencia de que el mal era hereditario y estaba por así decirlo vinculado a espíritus sensibles. La leyenda comenzó a desvanecerse a partir de 1882 cuando Robert Koch descubrió el bacilo que causaba la infección. En el siglo XX la enfermedad será asociada a la pobreza e insalubridad y su aura romántica se apagará para siempre.
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Dice la nota: Heroínas que desfallecen de amor. Rostros que adquieren una palidez sepulcral. Fiebres y sudores nocturnos que se entremezclan con desvelos amorosos. Artistas jóvenes, blancos y bohemios, que dejan literalmente la vida en sus obras, mientras relatan amores desventurados. Estamos en la Europa del siglo XIX. La sociedad industrial está en sus inicios, la población urbana aumenta y las ciudades desnudan sus precarias condiciones sanitarias, todo esto hace rebrotar un mal tan viejo como el hombre: la tuberculosis afecta a ricos y pobres y morirse joven se convierte en algo común. [...] Por esa misma época, Alejandro Dumas, hijo, publica La dama de las camelias, la historia de Margarita Gautier, la elegante cortesana enredada con adinerados jóvenes burgueses, que también desfallece de tisis y de amor. La obra igualmente inspiró otra célebre ópera: La Traviata de Verdi. Pero arte y vida se parecen. Y todo el romanticismo quedará teñido por el rojo de la sangre en los pañuelos blancos y delicados. La belleza lánguida y melancólica como rasgo estético, la enfermedad como señal de espíritus sensibles, talentosos, nocturnos y rebeldes. La lista de escritores, poetas, músicos y artistas muertos por tuberculosis en el siglo XIX, e inicios del XX, es larga y notable: Novalis, Schiller, John Keats, Bécquer, Chéjov, Chopin, Carl María von Weber, Modigliani, entre otros. Un caso extremo es el sucedido a las hermanas Brontë: las tres, todas ellas escritoras, murieron en un lapso de siete años, entre 1848 y 1855, víctimas de la tuberculosis: Emily (Cumbres borrascosas), Anne (La inquilina de Wildfell May) y Charlotte (Jane Eyre). Esto, sin duda, acentuó la creencia de que el mal era hereditario y estaba por así decirlo vinculado a espíritus sensibles. La leyenda comenzó a desvanecerse a partir de 1882 cuando Robert Koch descubrió el bacilo que causaba la infección. En el siglo XX la enfermedad será asociada a la pobreza e insalubridad y su aura romántica se apagará para siempre.
Amalia Pati (Rosario, Argentina, 1951) es médica clínica y licenciada en Letras. Rara mezcla de intereses que ha originado un libro que aborda la tuberculosis a partir de las connotaciones culturales que tuvo durante el romanticismo. Este trabajo obtuvo en el 2005 el segundo premio del Concurso Municipal de Ensayo convocado por la Secretaría de Cultura y Educación de Rosario.
Los efectos de la tuberculosis se han sentido en distintas épocas y culturas, desde la Grecia clásica hasta la América precolombina, sin embargo, es en Europa, y específicamente en el siglo XIX, cuando se le asocia al romanticismo y la vida artística, ¿cómo se da esta transformación? [Le preguntan a la autora] Es una buena pregunta. Yo también me la hice. Por qué en el siglo XIX y por qué la tuberculosis. Pero quiero hacer antes una aclaración: los usos metafóricos de la tuberculosis no fueron privativos de Europa. Sabemos que en Oriente, para la misma época, era también considerada una enfermedad romántica, y Latinoamérica importó el "mito", aunque con algunos perfiles propios. Con respecto al siglo XIX, no debemos olvidar de que estamos en pleno período romántico y que la tuberculosis era la causa número uno de muerte. La sociedad de entonces debió buscarle un sentido a la enfermedad por la cual morían miles de personas en plena juventud; en especial, cuando se sabía que era incurable y que el destino final era casi siempre la muerte.En este contexto, para la filosofía romántica, el estado de enfermedad era un estado muy respetable, íntimamente ligado a la espiritualidad y a la creatividad. Para A. Schopenhauer era un estado positivo porque mientras debilitaba la voluntad, fortalecía la mente. Mann era un heredero de los románticos alemanes y en La montaña mágica hay fragmentos enteros, algunos de los cuales cito en mi libro, que expresan el desprecio por la salud; se puede leer que es inimaginable que alguien esté enfermo y sea estúpido, al mismo tiempo. La enfermedad vuelve al ser humano "fino, inteligente y personal", dice Hans Castorp. Y la medicina romántica contribuyó mucho para la construcción de la metáfora. Su teoría sobre la tuberculosis era la teoría predominante en la época: para ella, la enfermedad estaba en la esencia de los individuos a través de una predisposición hereditaria; negaba la teoría infecciosa y, por lo tanto, el contagio.El tuberculoso era una víctima inocente de un padecimiento inevitable. No había nada reprochable en ella ni por qué degradarla como ocurrió con la sífilis o el cólera, por ejemplo. Y, por sobre todas las cosas, era la enfermedad de las pasiones frustradas. Los artistas y los intelectuales de la época se enfermaban como el resto de los seres humanos y la lista de grandes que murieron de la enfermedad sería interminable. Como dije antes, buscarle un significado era una manera de soslayar, en parte, los sufrimientos que acarreaba. Incluso cuando se descubrió el bacilo de Koch y, antes del tratamiento curativo, esta teoría siguió en boga hasta bien entrado el siglo XX. Es el caso de K. Mansfield y Franz Kafka: ellos pertenecen a la era postinfecciosa y, sin embargo, nunca hablan de contagio.
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1 comentario:
Qué tal, muy interesante la bibliografía ¿Cómo se llama la editorial? ¿Puede conseguuirse en México? Saudos.
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