20 abril, 2008

Vargas Llosa total


Hoy en el diario Correo se publica una entrevista a Mario Vargas Llosa realizada por Manuel Erausquin y Carlos Sotomayor. MVLL habla del teatro (por estos días continúa la puesta de su obra Al pie del Tamesis), del Perú y sobre todo anticipa algunos aspectos de la nueva novela que ha proyectado escribir. Afirma que le demorará cinco años terminar el proceso que implica un periodo de investigación. A continuación fragmentos de la entrevista:
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Correo: En el Al pie del Támesis aparecen temas que son constantes en su obra. Por ejemplo, la memoria y el pasado, aspectos tan importantes para develar la identidad de los seres humanos. Mario Vargas Llosa: Así me dicen. Yo no me doy cuenta porque cuando escribo una obra no pienso que existan recurrencias. Pero bueno, a la distancia aparecen. Y es interesante esa situación. En ese sentido, recuerdo una frase de Roland Barthes, quien en uno de sus ensayos dice: “La historia de un escritor es la historia de un tema y sus variaciones”. Ahora, en este aspecto uno no tiene la distancia como para advertirlo, se advierte sólo después.
C: El teatro es una pasión que le viene desde su infancia, una influencia feliz.
MVLL: Sí, desde mi infancia y yo sé desde cuándo: desde que vi Muerte de un viajante, de Arthur Miller, montada por una compañía argentina que era dirigida por Francisco Petrone, en el Teatro Segura. Y para mí ha sido una de las grandes experiencias como espectador de mi vida. A mí esa obra me revolucionó, y me impresionó sobre todo que en una obra de teatro ocurrieran las cosas con esa misma libertad que ocurrían en las novelas modernas: saltos en el tiempo o saltos en el espacio. Y creo que lo primero que escribí más o menos en serio fue una obrita de teatro entusiasmado por la experiencia de haber visto esa obra, y desde entonces el teatro ha sido un amor paralelo, a veces muy interrumpido por muchos años, pero siempre he tenido el teatro cerca.
C: ¿Qué encuentra en la dramaturgia que no encuentra en la novela? MVLL: Mira, el teatro es una de las formas de la ficción y lo que me gusta del teatro es que se viven historias, historias que son ficciones. Y de todos los géneros literarios el que simula mejor la vida es el teatro. En ningún otro género una historia se encarna en seres de carne y hueso. Ahí, en el escenario, una historia se vive como se vive en la vida. Es una vida simulada, pero simulada sólo hasta cierto punto porque quienes encarnan a los personajes son de carne y hueso. Además el teatro posee la característica esencial de la vida que es la fugacidad: aquello ocurre y deja de ocurrir y desaparece como en el mundo real. Entonces, yo siendo un novelista que ama profundamente la novela, en el teatro esa ilusión de vida me parece más intensa, es el género que llega realmente a tocar la vida: máxima ilusión de un escritor de ficciones.
C: Cinco años es lo que se dice que le va a tomar escribir esa nueva obra.
MVLL: Cuando tuve el problema con el corazón le dije a mi cardiólogo, que es mi amigo, el doctor Waldo Fernández: “Bueno, necesito cinco años, te advierto, para terminar mi novela, me tienes que garantizar esos cinco años”. Y en este caso, va a haber una investigación de campo como hice en La guerra del fin del mundo o en La Fiesta del Chivo. Ahora, no con la intención de ser fiel a la historia, pero sí conocer lo que se sabe de la historia. Y bueno, todo gira en torno a un personaje llamado Roger Casement, quien era irlandés cuando Irlanda pertenecía al Reino Unido. El fue diplomático británico en el Congo, cuando este país era una propiedad privada del rey de los belgas. Lo importante de Casement es que preparó a lo largo de varios años un dossier contra el rey belga Leopoldo II, denunciando y describiendo los horrores, los crímenes que se cometían contra los nativos. Y él consiguió que la presión internacional obligara a Leopoldo II a entregar el Congo al gobierno belga, y luego fue el hombre que hundió a los caucheros. El presidió una comisión nombrada por la comunidad internacional para que juzgara hasta qué punto eran ciertas las acusaciones de crímenes horrendos en el Putumayo por parte de los caucheros colombianos y peruanos. Y esa comisión fue definitiva para que se movilizaran los gobiernos y exigieran a los caucheros un tratamiento, digamos, menos indigno, menos atroz. En definitiva, fue un hombre inmensamente prestigioso, una especie de Martin Luther King de su tiempo. Pero durante la Primera Guerra Mundial se descubrió que este hombre, a quien la Corona Inglesa lo había hecho noble por su trabajos a favor de la humanidad, contrabandeaba armas para el Ejercito Revolucionario Irlandés, porque era secretamente un nacionalista. Fue juzgado y fue ahorcado. Un personaje muy fascinante, sobre el que hay toda clase de controversias. Desde que leí algo sobre él me intrigo mucho. Y ahora es mi nuevo proyecto novelístico.

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