(Luis Peirano, Alberto Isola, MVLL, Bertha Pancorvo)
Ayer, en el suplemento cultural El Dominical, Alfredo Bushby publicó un análisis sobre la última pieza teatral de MVLL: Al pie del Támesis. En el artículo, Bushby, disecciona la obra en tres perspectivas: "Lo policial en al pie del Támesis", "Homo político y homo erótico", "Un impacto interior".
Dice la nota: ¿Qué sería de un thriller policial si a los espectadores les fuera revelado quién es el asesino antes de la función? Tal vez, todo el posible goce quedaría arruinado. Tal vez, por el contrario, ese conocimiento añadiría una porción de placer: un sentimiento de superioridad sobre los personajes (y los demás espectadores) y una mejor comprensión de los dobles sentidos e ironías de los parlamentos, acciones y recursos escénicos.
Por otro lado, la revelación prematura del misterio podría ser irrelevante para la satisfacción estética del público, pues podríamos estar ante una obra cuyos méritos, como texto y montaje, vayan más allá de la revelación de "quién fue el asesino". A nadie se le arruinaría Edipo rey o Esperando a Godot si, de antemano, supiera que Edipo es el asesino de Layo o que Godot nunca llegará. Nadie ve una obra basada en la vida de Jesucristo con la esperanza de que, esta vez, no lo crucifiquen.
LO POLICIAL EN AL PIE DEL TÁMESIS
Es difícil saber cuántos de los potenciales espectadores de Al pie del Támesis saben de antemano la sucesión de misterios que se van revelando a lo largo de la trama. La obra, escrita por Mario Vargas Llosa y dirigida por Luis Peirano, no es, en sentido estricto, un policial; no hay ni crimen original ni detective tradicional.
Pero, como señalara Eugene Ionesco, toda obra dramática es policial. Siempre, de una forma u otra, hay una falta de origen que debe purgarse con la revelación de uno o varios misterios. Al pie del Támesis no es la excepción: hay un "pecado" original en el protagonista y la función de detective es trasladada al público, sobre todo, en la escena final: a lo largo de la representación, algunos espectadores cuchichean las "revelaciones" que van teniendo (o quizás las que les contaron).
Pero, más allá de los misterios, la pregunta importante es si estamos frente a una obra en la que el previo conocimiento es irrelevante debido a que nos deja pensando más en nosotros mismos que en "Qué pasó al final, ¿ah?"
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UN IMPACTO INTERIOR
El dolor, pese a la "realización" personal, es excelentemente mostrada en las actuaciones de Alberto Isola y Bertha Pancorvo. El director ha conseguido atenuar el efectismo de las "revelaciones escandalosas" para centrar la atención en la labor de los dos actores de manera que este montaje pueda ser más que un thriller con peruanos en Londres.
El escenario -una plataforma de tres niveles sobre la que (y alrededor de la cual) los actores se desplazan en una suerte de danza extendida, en combinación con los pocos y atinados cambios de luces y proyecciones- contribuye a que la atención se centre en el desgarro interior de los personajes y no en la lujosa suite de un hotel en Londres. Peirano, en una apuesta riesgosa, optó por la minimización de lo exterior y la maximización del mundo interior, así como optó por atenuar el efecto del "escándalo" de las revelaciones en beneficio de un escándalo más íntimo, sutil y perdurable. Los actores responden al reto.
En esta Lima, en que todos comentan los detalles de la boda de Juan Diego Flórez, quién sabe cuántos -a estas alturas- ya oyeron de los "misterios" de la última de Vargas Llosa. Pero, al margen de ese conocimiento, la obra se sostiene por una puesta que acentúa lo que en el texto va mucho más allá del vano escándalo y del ya entumecido tema de la búsqueda de identidad.
.En esta Lima, en que todos comentan los detalles de la boda de Juan Diego Flórez, quién sabe cuántos -a estas alturas- ya oyeron de los "misterios" de la última de Vargas Llosa. Pero, al margen de ese conocimiento, la obra se sostiene por una puesta que acentúa lo que en el texto va mucho más allá del vano escándalo y del ya entumecido tema de la búsqueda de identidad.
HOMO POLÍTICO Y HOMO ERÓTICO
Las virtudes de Al pie del Támesis (aquello que nos haría verla de nuevo o releerla) trascienden el simple y trillado tema de la identidad sexual y el escándalo. A estas alturas, para bien o para mal, ni el Cardenal se escandaliza por nada. Tal vez, lo único que pueda ser causa de escándalo sean el dolor y la infelicidad: el hecho de que, en una época en que prácticamente todos pueden ser lo que quieran ser (económicamente, sexualmente), aún perdure un profundo malestar en aquellos que han conseguido el éxito.
En esta obra, Vargas Llosa retoma el tema desarrollado en Los cuadernos de don Rigoberto, novela en que el personaje trata de escindir su ser: por un lado, el hombre público, el exitoso y respetabilísimo empresario; por otro, el hombre erótico, el ser cargado de erotismo, el artista de sus propias fantasías. Juan Carlos Ubilluz, en un análisis de la mencionada novela, ha subrayado la imposibilidad de esta escisión. Al pie del Támesis parece corregir esa incongruencia y nos muestra el desgarro que causa el vano intento del protagonista de partirse en dos (o más) seres: uno público y uno privado.
Chispas (protagonista del drama), el hombre de negocios, redunda (casi se complace) en su dolor. Lo mismo ocurre con Raquel, que también ha conseguido ser lo que quiere y, aun así, sufre. En esto radica el escándalo, más que en las supuestas perversiones de la fantasía del personaje. En esta búsqueda inútil de un goce que necesariamente traerá más sufrimiento radica la razón por la que la obra va más allá de una simple cadena de misterios.
1 comentario:
felicitaciones, es un comentario bastante extenso y detallado. Soy un estudiante de ciencias de la comunicación y me fue muy grato visitar este blog.
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