02 noviembre, 2008

Faverón o el leñador de taras


Frecuentemente leo el blog de Gustavo Faverón porque allí se abre un buen espacio para el debate y la crítica. Es para resaltar, la libertad que Faverón ha garantizado para que su Puente Aéreo sea uno de los blog más consultados en el medio y no era de esperarse que, ayer, hoy o mañana -y fue ayer-, colgara un post tan estupendo, lúcido y directo. Faverón plantea diez cosas (si fuera diputado) que deberían ser desterradas de la literatura peruana (y quizá se queda corto), para que esta despegue o al menos se bañe de tantos vicios. Aquí dejo tres, pero no se pierdan los demás. Cosas que deben morir:

2. Dejar de juzgar el talento de los escritores peruanos en función de su recepción en el extranjero y, sobre todo, de su triunfo en concursos internacionales o su acceso a editoriales españolas: esa actitud disloca nuestra mirada cuando queremos entender los logros de los autores que no escriben pensando en un público internacional, y además subraya una mentalidad colonizada, según la cual las apreciaciones de la crítica y la lectoría de mercados más grandes resultan tener más importancia que las apreciaciones de los críticos y los lectores locales. En España nadie mediría el éxito de un autor guiándose por qué cosa se dice de él o de ella en el Perú: al ser una vinculación unilateral, se vuelve dependiente y sumisa. Si un brillante crítico español elogia una novela peruana, ese elogio tiene exactamente el mismo valor que uno proveniente de un brillante crítico local, no más.

5. Bajar la velocidad de esa fiebre endémica que lleva a críticos y escritores a decretar, cada cierto tiempo, el nacimiento de una nueva generación, antes de que esa generación haga algo por merecer la atención vívida de la crítica. La manía de expedir partidas de nacimiento apresuradas hace que la literatura peruana esté repleta de bebes nonatos. Hace cuatro o cinco años se habló del boom de la literatura joven, acompañado por la explosión de las editoriales independientes. Hoy tenemos más editoriales independientes que escritores jóvenes. Muchos de los nuevos autores que reclamaron, a veces arrebatadamente, la atención de la crítica, siguen debiéndoles a sus lectores un segundo libro valioso que cristalice lo que parecieron prometer en un principio.

7. Ponerle fin a la idea de que las tradiciones literarias peruanas son meramente beligerantes, opuestas, contradictorias e inconexas. El caso se ha dado con muchas máscaras disímiles: la poesía pura frente a la social, la elitista frente a la popular, la literatura neoindigenista frente a la urbana, la andina frente a la criolla, la social frente a la intimista, etc. Ninguna de esas inclinaciones existe enteramente ajena a sus contrapartes: Arguedas y Vargas Llosa no son entelequias que habitan dos mundos paralelos, entre Alonso Cueto y Miguel Gutiérrez hay muchas más cosas en común que las que los críticos suelen discutir; que la preocupación por el asunto de la violencia política sea común a ambos, por ejemplo, no es un producto del azar.

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