02 noviembre, 2008

El beso de la mujer araña en La Plaza ISIL

Escenas de la puesta y entrevista a los actores. Fuente:videosElComercio
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Hoy, en Perú21, Alonso Alegría hace la crítica al recientemente estrenado montaje de la novela El beso de la mujer araña de Manuel Puig. Para Alegría, si Puig la hubiera escrito como pieza teatral (pues escenas dramáticas le sobran), "hubiera sido una obra maestra". Precioso montaje de una obra imperfecta:
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El beso de la mujer araña es una pieza de teatro que el novelista Manuel Puig escribió a partir de su propia novela. El autor pone a un gay romántico y a un machito revolucionario en una misma celda en tiempos de dictadura. Esta situación genera un automático interés. ¿Habrá un acercamiento? ¿Violencia homofóbica? ¿Amor, quizás? ¿Acaso sexo? Todo esto va apareciendo, pero es la textura del proceso de unión, a nivel humano, entre los dos prisioneros, lo que construye el principal interés de la obra y también el de este bello montaje, exquisitamente dirigido por Chela de Ferrari y asombrosamente actuado por un ya magistral Paul Vega, acompañado por un Rodrigo Sánchez Patiño muy convincente. Pero Puig no se conforma con escribir un emocionante drama sin mucho argumento pero con mucho contenido y sobre todo 'feeling’, a la manera de Chéjov o acaso Pinter. Puig apuesta, ay, por crear suspenso y propinar sorpresas. Mala idea, porque no sabe hacerlo. Escrita por un Puig dramaturgo, esta hubiera sido una obra maestra.Literatura y teatro son papas y mandarinas. Que un excelente novelista escriba teatro es como que un excelente pintor diseñe casas. Sus dibujos pueden ser bellísimos pero las casas se pueden caer. Esta pieza no se cae, gracias a lo bien escrita que está esa relación, pero tengo que lamentar tanto y tanto desperdicio de oportunidades dramáticas y el uso de artificios lindantes con el cliché. La pieza es una serie de escenas entre los dos presos, con interludios de diálogo entre el gay Molina y sus carceleros. Estas escenas las escuchamos por parlantes. Nos enteramos de que Molina obtendrá su libertad a cambio de sonsacarle datos políticos a su compañero de celda para luego delatarlo. ¿Lo hará? Interesante este imperioso dilema que sostendrá el interés de la pieza hasta el final, pero lo malo es que aparece demasiado tarde y nos obliga a reinterpretar todo lo ya visto. Este artificio es literario y es fatal en el drama. Como también fatal resulta el dialoguito final (por los parlantes) entre los dos prisioneros cuando ya son difuntos, penoso cliché al que Puig apela para terminar de contar su historia. ¿Tan graves son estos, y otros, errores de escritura? Para mí lo son, porque imagino demasiado lo que pudiera haber sido, pero no desmerecen la experiencia de ver tan brillante dirección, tan estupendas actuaciones y una dirección de arte impecable y precisa a cargo de Luisa Gubbins. Este montaje hay que verlo, verlo bien y verlo cuanto antes.

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