Israel y Alemania reclaman el valioso archivo de la familia de Esther Hoffe, secretaria de Max Brod. Brod era el albacea de Kafka y llevó los papeles a Tel Aviv en 1938. Ahora están en una casa en ruinas. "La historia comienza en el lecho de muerte del autor, se traslada de Praga a Israel y termina en la rugosa puerta de madera de un departamento de Tel Aviv, donde una enamorada de los gatos, que se llama Esther Hoffe, acumuló una cantidad de papeles, borradores y pertenencias personales de Kafka durante casi cuarenta años, frustrando a archivistas y académicos por igual". La nota lo explica:
Cuando Esther Hoffe, la ex secretaria de Max Brod -el albacea de Kafka- murió el año pasado a los 101 años de edad, se abrió la posibilidad de que los seguidores de su obra finalmente pudieran acceder a la intimidad del autor de La metamorfosis, quien murió de tuberculosis en 1924. Pero eso no ocurrió.Las hijas de Esther Hoffe -Ruth y Hava Hoffe- ahora tienen más de 70 años. Se resisten a los pedidos de los archivistas alemanes e israelíes que reclaman la entrega de los restos del legado de Kafka, junto con un cúmulo de papeles del amigo y albacea de Kafka, Max Brod, quien también era escritor. Los israelíes están apelando al honor nacional, los alemanes están preparados para pagar en efectivo."Las hijas de Esther Hoffe tienen que decidir cuál es el mejor lugar para los documentos", dijo Ulrich von Buelow, director deldepartamento de manuscritos del Deutsches Literaturarchiv, con sede en Marbach, Alemania. El archivo alemán ya posee el manuscrito de El proceso de Kafka, que Esther Hoffe vendió por 1,98 millones de dólares en una subasta de Sotheby's realizada en Londres en 1988. Un intermediario sondeó a Von Buelow sobre la posibilidad de adquirir otros documentos, dijo el archivista. No han discutido el precio aún, explicó a Bloomberg. El Estado de Israel exhortó a las hermanas Hoffe para que entreguen los documentos --o al menos una copia de ellos- a la Biblioteca Nacional y Universitaria Judía, en Jerusalén. "El público en general y los lectores de Kafka, no se percatan en qué medida él estuvo involucrado en las actividades judías y sionistas", dijo Mark Gelber, profesor de literatura comparada en la Universidad Ben Gurion de Beer Sheva. "Si supieran, por supuesto que querrían que sus cosas permanezcan aquí", dijo Gelber en una entrevista telefónica.La saga comenzó con Max Brod, un escritor más conocido por su biografía de Kafka y novelas históricas como Reubeni, príncipe de los judíos. Aunque el último deseo de Kafka fue que se quemaran sus papeles, Brod los guardó y así se conocieron obras maestras como El proceso y El castillo. Los documentos, o algunos de ellos, terminaron en una maleta que Brod se llevó cuando huyó de Praga en momentos en que hacía su entrada el ejército de Hitler. Cuando Brod murió, en 1968, dejó los documentos a Esther Hoffe, quien rechazó los pedidos de los académicos que estudiaban a Kafka y se aventuró, en distintos momentos, a vender algunos textos. En la década de 1980 Hoffe fue arrestada en el aeropuerto internacional Ben Gurion bajo sospecha de que estaba sacando del país documentación importante de contrabando, según el Archivista del Estado, Yehoshua Freundlich.Las hijas de Esther Hoffe nunca explicaron por qué acapararon los documentos. El profesor Gelber dijo que sospechaba que sus motivos eran económicos, recordando sus propios esfuerzos en la década de 1980 para persuadir a Esther Hoffe de entregar todo a los archivos nacionales.Sólo las hermanas Ruth y Hava Hoffe saben qué documentos siguen en poder de ellas, si son legibles o no, tras haber sido confinados durante años en un húmedo departamento. Los estudiosos de Kafka esperan que los documentos puedan cubrir las brechas que hay en el conocimiento fragmentario de la vida del escritor -hijo de un rico comerciante- que escribió sus visionarias ficciones en Praga, en alemán. Hoy, el departamento de planta baja de las hermanas Hoffe, en un edificio de cuatro plantas oscuro y ruinoso, sólo alberga a los gatos. Hava Hoffe va diariamente a alimentar a los felinos, cuyos maullidos llenan el corredor frente a la puerta rasguñada de madera del departamento. Ella nunca da entrevistas. Las enciclopedias describen a Franz Kafka como ajeno a su herencia judía. No obstante, estudió hebreo y tuvo un interés genuino en el idioma yiddish.
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