30 septiembre, 2008

Celebrando a Fuentes


Carlos Fuentes está a próximo a cumplir 80 años, lo homenajea todo México, y él sigue escribiendo. Acaba de publicar La voluntad y la fortuna a 50 años de La región más transparente, que en 2009 reeditará la Real Academia Española. Convertido ya en un clásico, el escritor mexicano insiste en defender la función social, incómoda, de la literatura. Y dice que aspira a que su obra sea "una comedia humana" mexicana. La voluntad y la fortuna “se trata de una novela monumental, tanto por la extensión como por el propósito de narrar gran parte de la historia de México a través de las historias personales de Josué Nadal y Jericó, cuya relación será al principio fraternal y enriquecedora como la de Cástor y Pólux, y luego violenta y destructiva como la de Caín y Abel. Quien narra la historia es la cabeza cortada de Josué, que yace en una playa del Pacífico”. A él, que “considera que la disciplina es una obligación de todo escritor”, le ha parecido cómodo estar en Londres “para preservarse de la efervescencia y los trajines del próximo homenaje y para continuar con su vida metódica, con horarios estrictamente establecidos para escribir, para leer y para ir al cine o al teatro”. Fuentes que concedió una entrevista a Revista Ñ, responde así ante la pregunta de cómo vive con tanta agitación cultural entorno a su figura :

¿Qué cómo la vivo? Pues mire, estoy muy tranquilo escribiendo aquí, en un cuarto piso, en la ciudad de Londres. (…) Sí, es cierto. Mi cumpleaños será un día de celebración y todo lo demás son mesas a las que asistirán escritores de todo el mundo que tratarán distintos temas. Se ocuparán de la novela, del cine, el arte, la política y muchos otros temas. No se ocuparán de mí. Sólo soy un pretexto. Las mesas redondas tratan temas importantes y objetivos.

Del esfuerzo de haber escrito su reciente novela, considerada como una obra ciclópea, un enorme mural literario, dice:

Sí, haga de cuenta que he escrito mi primera novela. Porque para escribir hay que sentirse así, con fuerza. No hay que decir "ya escribí tal cosa" o "ya tengo tal edad". Cada novela hay que escribirla como si fuera la primera. En síntesis, hay que asumir riesgos. Asumí muchos riesgos con La región más transparente. (¿Cuáles?) Fue una novela muy criticada, muy vapuleada, muy maltratada. Luego, se convirtió en un clásico, pero al principio no fue así. Creo que hay que escribir a contrapelo, no hay que seguir las reglas, sino violarlas. Por ejemplo, escribir sobre la ciudad de México, que nunca había sido el personaje real de una novela. Había habido sí, menciones, escenas en la ciudad, pero básicamente la novelística mexicana era una novelística del campo, de la revolución. Me di cuenta de que esta novelística había llegado a su cima con el insuperable Pedro Páramo de Juan Rulfo, que es la mejor novela mexicana de todos los tiempos. No era posible ir más allá en la temática que había empleado Rulfo. "Caramba, me dije, estoy viviendo en una ciudad –en ese momento tenía cinco millones de habitantes– y no hay una novela que sea comparable a Manhattan Transfer de John Dos Passos o a Berlin Alexanderplatz de Alfred Döblin, es decir, a novelas que tratan a la ciudad como personaje. Este era un desafío que sentí que debía asumir. Me embarqué en eso a los 25 años, la terminé a los 28. Y ahí ve usted cómo comencé a escribir novelas a partir de una necesidad que para mí era muy importante y que consistía en darle cuerpo literario a mi ciudad. (El título de la novela fue) un homenaje a Maquiavelo, quien radica su filosofía en la voluntad del príncipe, la necesidad del príncipe y la fortuna, la buena suerte, en la cual no confía mucho porque dice que es como las mujeres. Era un tanto misógino. Titulé la novela La voluntad y la fortuna porque por ella corre mucho la vena maquiavélica. Los personajes leen a Maquiavelo, lo estudian, hablan de él en un momento dado. Su filosofía política ilumina con una luz oscura esta novela.

De los escritores y los personajes dice:

Lo que sucede es que los escritores somos los malos bichos de la sociedad. No estamos para decir "¡Ay, qué bien van las cosas. Aplauso, aplauso. Qué maravilla todo!", sino para decir "Cuidado, las cosas andan mal y se pueden hacer mejor". Desconfíe usted del escritor que aplaude y dice "qué maravilla mi sociedad, mi gobierno." No, estamos en el mundo para ejercer una función crítica en el sentido más noble de la palabra, no sólo como crítica adversa, sino también como crítica constructiva o crítica que señale una realidad paralela a la realidad que vivimos todos los días. Don Quijote de la Mancha nunca existió, Hamlet no existió, pero hoy quién puede entender el mundo sin Don Quijote y sin Hamlet. Antes de ellos el mundo era otro, de modo que la creación de esta realidad paralela es el mayor ejercicio crítico e imaginativo que nos da la literatura.

De la novela y del deber escritor refiere:

Convivo con la teoría de la muerte de la novela desde hace medio siglo y la desmiento totalmente. Primero la mató la radio, después el cine, luego la televisión. Nada de esto es cierto. Aunque sea leída por una minoría y haya pocos novelistas en el mundo, no importa. Esos islotes son como la isla de Elba para Napoleón. Más que ser reductos inviolables son reductos donde se crean, lo repito, realidades paralelas, realidades incómodas, realidades que no tienen que ver con el confort porque somos seres trágicos. La novela también tiene valor de advertencia para que no nos conformemos con lo que tenemos. (…) Creo que el principal deber del escritor tiene que ver con la imaginación y con el lenguaje y no le recrimino a nadie que no vaya más allá del ejercicio de ambas cosas. Pero algunos de nosotros tenemos tentaciones políticas y sociales y también está bien que así sea. Lo que quiero decir es que la función social y política de la novela se cumple en la novela misma a través de la fuerza de la imaginación y del lenguaje. Se piensa que las novelas pueden ser banales en relación con lo social, pero no es así. ¿Qué es lo primero que hace un dictador, como Hitler, al llegar al poder? Quemar libros. Pues entonces los libros no son tan poco importantes como se pensaba antes de la llegada del dictador.

Volvamos a la literatura. En la novela cita la conocida frase de Wilde de que el arte es 10 por ciento de inspiración y 90 por ciento de transpiración. ¿Es cierto que tiene una disciplina espartana para escribir?

Soy muy disciplinado, sí. Me levanto a las seis o siete de la mañana y escribo cuatro o cinco horas. Luego, por la tarde, leo también cuatro o cinco horas y por la noche me voy al cine o al teatro con mi esposa. Creo que el primer deber de un escritor es la disciplina.

¿Por qué no usa PC?

Porque no hay nada que reemplace la sensualidad de la pluma sobre el papel.
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Actualización [7-10-08]: El tiempo de Fuentes

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