17 junio, 2008

"Leer Madame Bovary me cambió la vida como escritor"

Vargas Llosa (en el centro), pasea por Santillana del Mar flanqueado por Javier Marías (a la izquierda en la imagen) y Arturo Pérez-Reverte (a la derecha). Fuente: EFE


Hoy, dice MVLL, la novela "es diversión y entretenimiento". Y agrega: "Me resisto a creer que sólo sea eso". Precisó luego que "la obra maestra deja siempre un poso, un sedimento en la memoria que después se activa en la conciencia de cada lector". Eso es seguro pues afirmaría que la lectura de Faulkner, en los 50, fue "fundamental" para él, pero fue Flaubert quien mejor le instruyó sobre el tipo de literatura que él buscaba. "Leer Madame Bovary me cambió la vida como escritor".

La literatura, dice VLL, "nos ayuda a vivir. Nos llena los vacíos, las insuficiencias". "Expresa como nada la libertad humana. Nunca nada fue capaz de aplacar los anhelos de los seres humanos, sus deseos y sus sueños como la literatura. Su actitud crítica es motor de progreso y civilización. Es, como me enseñó Flaubert, una manera de vivir". De Flaubert dice: "supo llenar una ausencia de talento con perseverancia. El autor que no tenía facilidad para escribir convirtió lo elemental en algo genial. Madame Bovary surge de una lucha obstinada, enloquecida. Cinco años de trabajo para crear algo original, sometido a una autocrítica implacable, a la búsqueda de la palabra justa".
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Ayer en Santillana del Mar se llevó a cabo la primera jornada del ciclo "Lecciones y maestros", organizado por la Fundación Santillana y la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, que reunió en esta segunda ocasíón a Mario Vargas Llosa, Arturo Pérez Reverte y Javier Marías. La jornada se inauguró con la lección de Vargas Llosa que fue complementada con un ronda de anécdotas moderadas por Basilio Baltasar y narradas por Peter Landelius (traductor al sueco de VLL), Juan José Armas Marcelo y José Miguel Oviedo. De la participación de MVLL en el evento Juan Cruz informó así en El País:
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Mario Vargas Llosa se encontró un día, en la mesa de noche de su adolescencia, que además de los cuentos que le contaba su madre había unos poemas de Pablo Neruda, un poeta para él desconocido pero que le introdujo en las turgencias (y en las urgencias) de la vida. Todo fue porque su madre le quitó el libro, "eso no es para niños", de modo que él se afanó en reencontrarlo y finalmente leyó los Veinte poemas de amor y una canción desesperada.
El escritor peruano cuenta eso en El pez en el agua, su autobiografía personal, y esta mañana lo recordó ante un nutrido grupo de profesores, escritores, críticos, editores y amigos.[ Y hablando de Neruda, les dejo la crónica que hace Julio Ortega en Babelia sobre su visita a la casa de Neruda.]
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Es sabido que a veces se crean mitos alrededor de los escritores. En el caso de VLL, por ejemplo, su dedicación para escribir siguiendo horarios establecidos previamente no es más que una realidad. Sin embargo, en el mismo artículo se cuenta la anécdota que Armas Marcelo recordó en el evento, aunque VLL niegue dicho suceso:
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Armas Marcelo, que escribió una biografía literaria del escritor de La ciudad y los perros, contó una anécdota que completa el mito (basado en la realidad) del trabajo incesante a que se somete Vargas Llosa a la hora de cumplir con su vocación literaria. Dice Armas Marcelo que escribe Carlos Barral que éste le fue a visitar a París, cuando ya Mario había escrito La ciudad y los perros; sonaba la máquina de escribir, y era Vargas Llosa en medio del silencio de la casa, mientras Barral dormitaba. Hasta que sonó el timbre de la puerta, entró seguramente una mujer, y al cabo de unos minutos volvió a sonar la máquina, que paró tan solo para que se oyera la voz de Mario diciendo: "¡Qué haces desnuda, que te vas a enfriar!". Y luego volvió a sonar la máquina. Lo de Neruda es verdad, Mario recuerda haber contado eso; alguien contó luego que Barral escribió esa anécdota para cumplir con el deber de un editor de crear una mitología en torno a un autor que estaba naciendo.
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Mario Vargas Llosa no ha abandonado jamás [la literatura]. Aunque los tiempos que corren le hagan sentirse ahora como un narrador de otra época: "Incluso aquellas aspiraciones suenan ahora ingenuas y pretenciosas". Parece resignado a admitir que hoy la novela ha cedido a otro terreno ajeno al compromiso. Los ideales que empujaban a aquel joven escritor salido de Lima en pleno torbellino del París iluminado por Jean- Paul Sartre y Albert Camus han desaparecido. Sencillamente, las prioridades han cambiado. Esto no es ni bueno ni malo. No lo juzga Vargas Llosa como una plaga. Si existe alguien sin prejuicios en un mundo de facciones como la literatura, capaces de pasarse por las armas de la estética, es él.
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- New York, New York (Piedra de Toque)

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