30 junio, 2008

"Las mil noches y una noche" de Vargas Llosa

Mario Vargas Llosa y Aitana Sánchez Guijón. Foto: AFP

Ayer, en su popular columna Piedra de Toque, Mario Vargas Llosa comentó un poco más acerca de su nueva incursión en el teatro. Esta vez ya no como el hombre tras la pluma sino representándola en el escenario. "Espero que como actor me vaya mejor que como político", decía Vargas Llosa hace unos días cuando se supo que el próximo 2 de julio junto a la actriz Aitana Sánchez-Gijón interpretará la adaptación libre que ha hecho de ese "gran clásico de la literatura" que es "Las mil noches y una noche". De su adaptación VLL dice:
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He intentado una adaptación minimalista para el teatro, que consta solo de dos intérpretes pero de muchos personajes. Los actores que representan el espectáculo encarnan sus propios roles y a su vez se metamorfosean en el rey Sahrigar y Sherezada y en los diversos protagonistas de las historias que aquella cuenta al rey para escabullirse del verdugo. Mi versión es muy libre. Respetando vagamente la estructura primigenia de algunos relatos --entre ellos no figura ninguno de los más conocidos-- recrea sus contenidos --añadiendo y recortando-- desde lo que podría llamarse una sensibilidad moderna. Los personajes principales ejercen y disfrutan el placer de contar, una de las más antiguas formas de relación desarrolladas entre los seres humanos, una vez que tuvieron que agruparse en comunidades para defenderse mejor de la fiera, las inclemencias del tiempo, las tribus enemigas y procurarse el sustento. Como Sherezada al rey Sahrigar, esas historias que ardían en la caverna primitiva, alrededor del fogón que apartaba a las alimañas, fueron humanizando a sus oyentes. Ellas son el despuntar de la civilización, el punto de arranque de ese prodigioso camino que llevaría a los seres humanos, al cabo de los siglos, a los grandes descubrimientos científicos, a la conquista de la materia y del espacio, a la creación del individuo, de los derechos humanos, de la democracia, de la libertad y, también, ay, de los más mortíferos instrumentos de destrucción que haya conocido la historia. Nada de eso hubiera sido posible sin el apetito de vida alternativa, de otro destino distinto al propio, que hizo nacer en la especie la idea de inventar historias y contarlas, es decir, de hacerlas vivir y compartir mediante la palabra y, luego, más tarde, la escritura. Ese quehacer, esa magia, refinó la sensibilidad, estimuló la imaginación, enriqueció el lenguaje, deparó a hombres y mujeres todas las aventuras que no podían vivir en la vida real y les regaló momentos de suprema felicidad. Eso es también la literatura: un permanente desagravio contra los infortunios y frustraciones de la vida. Como en una obra mía anterior, "Odiseo y Penélope", en "Las mil noches y una noche" el teatro, la lectura y el contador de historias se funden para dar una versión en formato menor de un gran clásico de la literatura.

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