.
El lado "bonito", entre toda la controversia de la FIL Lima 2008, son los invitados chilenos que vendrán. En el mismo suplemento, aparece una aproximación a los autores chilenos más representativos. Aquí los invitados:
.
CONTRA LA MUERTE
Gonzalo Rojas Heredero de los fundadores de la poesía chilena (Neruda y Huidobro), Gonzalo Rojas (Lebu, 1917) es una de las voces mayores de la poesía hispanoamericana de hoy. A fines de los setenta, y con solo tres libros publicados de una manera sorprendentemente espaciada -La miseria del hombre (1948), Contra la muerte (1964) y Oscuro (1977)- Rojas construyó una de las piedras de toque de la tradición lírica de Chile, capaz de tomar la posta de los fundadores y llevarla a otro lugar, acaso más cerca de nosotros. Omnívora y dúctil, la poesía de Rojas abreva de las más diversas fuentes -Pound, el surrealismo, Vallejo, Borges, etcétera- y sabe ser luminosa y precisa: "Entre una y otra sábana o, aún más rápido que eso, en un mordisco, / nos hicieron desnudos y saltamos al aire ya feamente viejos, /sin alas, con la arruga de la tierra". Gonzalo Rojas ha obtenido los más importantes premios literarios del idioma, incluyendo el Reina Sofía y el Cervantes.
ENTRE LA LITERATURA Y EL CINE
Alberto Fuguet Fue una de las cabezas visibles -aunque ahora trate de minimizar este hecho- de la generación de McOndo, ese grupo de escritores que allá a mediados de los años noventa presentó una antología de la nueva literatura hispanoamericana, que firmaba algo así como la partida de defunción del realismo mágico. Con el tiempo, Fuguet (Santiago, 1964) nos ha entregado una obra dispar que abarca no solo narrativa, sino también que es producto de su incursión en el cine, primero como guionista y después como director. Tal vez su marca indeleble es, como suele decir, el hecho de ser un escritor chileno nacido en California. "Pasó su infancia en Estados Unidos, su adolescencia en Chile y su juventud en todas partes", ha dicho Rodrigo Fresán. Entre sus principales libros están Sobredosis (1990), Por favor rebobinar, Tinta roja (1996) y Las películas de mi vida (2003).
APOCALIPSIS, AHORA
Oscar Hahn Explosiones nucleares contempladas como si fueran atardeceres; fantasmas que desean y que se muerden los labios; rondas de aire medieval que empiezan en plan de juego y terminan como carnicerías; provechosas conversaciones con la muerte entre quirófanos, tubos y anestesia. Esas son algunas de las imágenes o climas que obsesionan a Oscar Hahn (Iquique, 1938), uno de los más interesantes poetas sudamericanos surgidos en los años sesenta. Con cerca de quince libros publicados, entre los que destacan Agua final (1967), Tratado de sortilegios (1992) y En un abrir y cerrar de ojos (2006), Hahn ha construido una obra de gran frescura y poder expresivo, cuyas fuentes, sorprendentemente diversas, pueden estar tanto en el Siglo de Oro -hay una constante evocación de Quevedo y de Góngora en el ritmo de su poesía- como en el relato fantástico. Entre el apunte irónico sobre la sociedad de consumo y una cierta imaginería apocalíptica, la poesía de Hahn es de una originalidad impagable.
EL ARTE DEL BONSÁI
Alejandro Zambra Se inició en la poesía, pero un libro en prosa de noventa páginas, "una historia liviana que se pone pesada", según sus propias palabras, le valió para ser considerado como uno de los escritores chilenos con mayor proyección en la actualidad. El libro en cuestión, Bonsái (2006), cuenta la historia de un hombre que dedica su vida a cultivar y cuidar de un pequeño árbol. Como el propio Zambra (Santiago, 1975) lo ha contado, la construcción del propio libro se asemejó a la técnica del bonsái, ese ir podando las palabras hasta lograr "un resumen de novela", una simetría contra la exuberancia. Un año después publicará La vida privada de los árboles, otra nouvelle, cuyo protagonista es alguien que ha escrito una novela llamada Bonsái. Zambra también se ha dedicado a la crítica literaria en periódicos y sus dos poemarios publicados son Bahía inútil (1998) y Mudanza (2204). Un autor para seguirle la pista.
ENTRE LA LITERATURA Y EL CINE
Alberto Fuguet Fue una de las cabezas visibles -aunque ahora trate de minimizar este hecho- de la generación de McOndo, ese grupo de escritores que allá a mediados de los años noventa presentó una antología de la nueva literatura hispanoamericana, que firmaba algo así como la partida de defunción del realismo mágico. Con el tiempo, Fuguet (Santiago, 1964) nos ha entregado una obra dispar que abarca no solo narrativa, sino también que es producto de su incursión en el cine, primero como guionista y después como director. Tal vez su marca indeleble es, como suele decir, el hecho de ser un escritor chileno nacido en California. "Pasó su infancia en Estados Unidos, su adolescencia en Chile y su juventud en todas partes", ha dicho Rodrigo Fresán. Entre sus principales libros están Sobredosis (1990), Por favor rebobinar, Tinta roja (1996) y Las películas de mi vida (2003).
APOCALIPSIS, AHORA
Oscar Hahn Explosiones nucleares contempladas como si fueran atardeceres; fantasmas que desean y que se muerden los labios; rondas de aire medieval que empiezan en plan de juego y terminan como carnicerías; provechosas conversaciones con la muerte entre quirófanos, tubos y anestesia. Esas son algunas de las imágenes o climas que obsesionan a Oscar Hahn (Iquique, 1938), uno de los más interesantes poetas sudamericanos surgidos en los años sesenta. Con cerca de quince libros publicados, entre los que destacan Agua final (1967), Tratado de sortilegios (1992) y En un abrir y cerrar de ojos (2006), Hahn ha construido una obra de gran frescura y poder expresivo, cuyas fuentes, sorprendentemente diversas, pueden estar tanto en el Siglo de Oro -hay una constante evocación de Quevedo y de Góngora en el ritmo de su poesía- como en el relato fantástico. Entre el apunte irónico sobre la sociedad de consumo y una cierta imaginería apocalíptica, la poesía de Hahn es de una originalidad impagable.
EL ARTE DEL BONSÁI
Alejandro Zambra Se inició en la poesía, pero un libro en prosa de noventa páginas, "una historia liviana que se pone pesada", según sus propias palabras, le valió para ser considerado como uno de los escritores chilenos con mayor proyección en la actualidad. El libro en cuestión, Bonsái (2006), cuenta la historia de un hombre que dedica su vida a cultivar y cuidar de un pequeño árbol. Como el propio Zambra (Santiago, 1975) lo ha contado, la construcción del propio libro se asemejó a la técnica del bonsái, ese ir podando las palabras hasta lograr "un resumen de novela", una simetría contra la exuberancia. Un año después publicará La vida privada de los árboles, otra nouvelle, cuyo protagonista es alguien que ha escrito una novela llamada Bonsái. Zambra también se ha dedicado a la crítica literaria en periódicos y sus dos poemarios publicados son Bahía inútil (1998) y Mudanza (2204). Un autor para seguirle la pista.
1 comentario:
Chile crea mounstruos y maravillas, si pongo en balanza a Pinochet, los saqueadores de la Guerra del Pacífico, y esa soberbia de pueblo aislado y autorreferente, con todo lo que conlleva est; y por otro lado sus poetas y escritores universales: Neruda, Mistral, Huidobro, Hahn; su capacidad para creer en ellos mismos y su espíritu cívico, no es de extranar que los vecinos del sur sean un referente constante para el Perú, para bien o mal. Lo que crean, negativo o positivo, impacta con fuerza.
Publicar un comentario