Hoy, Revista Ñ recuerda al poeta argentino Oliveiro Girondo. Aquel que dijo: “Todo es nuevo bajo el sol”. En su autobiografía escribió: "Aunque parezca increíble fui un niño hermoso y rubicundo. Cuando mis padres me llevaron al colegio intenté suicidarme. En el Nacional me perfeccioné en el arte de las carambolas y los manoseos" . Dice la nota:
Había nacido el 17 de agosto de 1891, hace exactamente 120 años. Y moriría en Buenos Aires en 1967. Girondo publicó uno de los libros fundacionales de la vanguardia latinoamericana, Veinte poemas para leer en el tranvía, editado en Francia en 1922. Fueron apenas 1000 ejemplares, con ilustraciones del propio Girondo, que abrieron un nuevo sentido para la poesía. El decía que lo había escrito para redimirse de su primera obra, La madrastra, “un melodrama infecto”, según su definición.
Hoy la editorial chilena Tajamar presenta una edición facsimilar, casi idéntica a la original. Alejandro Kandora, su editor, dice que Veinte poemas... “es un libro que editamos con las mismas ilustraciones pero, por primera vez, coloreadas, las tipografías de época y el mismo formato”. Y agrega: “En Girondo, es clave la relación con la ciudad. Su poesía, urbana, le dio a la ciudad imágenes esplendorosas”.
Girondo tenía un enorme interés por las artes visuales. “Sus dibujos para Veinte poemas... no funcionan como un simple acompañamiento decorativo. Poesía y dibujo son más que complementarios, potencian mutuamente sus sentidos”, dice Martín Greco, investigador y especialista en la obra del poeta.
Girondo había nacido en una familia de dinero, de apellidos lustrosos. Así que los viajes a Europa, de estudios, pero también de paseos y excursiones, eran más que comunes. Estuvo internado en un colegio inglés, el Epsom de Londres, y después fue a parar a otro en Arcueil, cerca de París. De allí lo expulsaron porque, según cuenta Ramón Gómez de la Serna en Retratos contemporáneos,le tiró un tintero por la cabeza un profesor de geografía que hablaba de “los antropófagos que existían en Buenos Aires, capital de Brasil”.
El poeta se había comprometido con sus padres a estudiar Derecho, si ellos habilitaban esos viajes a Europa en los que comienza a contactarse con las nuevas ideas, las nuevas corrientes estéticas y literarias. Y así empieza a colaborar con revistas. Y funda alguna, también, como “Comoedia”, que armó con René Zapata Quesada, también coautor de aquel melodrama. Con Ricardo Güiraldes y Evar Méndez fundó la editorial Proa, que precedió a la revista del mismo nombre.
En 1924 escribió el célebre “Manifiesto de Martín Fierro”, para la segunda época de la revista, en el que dice que “frente a la funeraria solemnidad del historiador y del catedrático, que momifica cuanto toca (...) Martín Fierro sabe ‘que todo es nuevo bajo el sol’(...).
Escribió Calcomanías, Espantapájaros, Interlunio y En la masmédula, entre otros libros. La ensayista y crítica Beatriz Sarlo escribió que “quizá como nadie en ese período, Girondo afecta valores establecidos”. Para la presentación de Espantapájaros, hizo un desfile con una carroza funeraria y seis caballos y alquiló un local en la calle Florida, atendido por chicas jóvenes que vendían el libro: en un mes se agotó la edición.
Escribió Calcomanías, Espantapájaros, Interlunio y En la masmédula, entre otros libros. La ensayista y crítica Beatriz Sarlo escribió que “quizá como nadie en ese período, Girondo afecta valores establecidos”. Para la presentación de Espantapájaros, hizo un desfile con una carroza funeraria y seis caballos y alquiló un local en la calle Florida, atendido por chicas jóvenes que vendían el libro: en un mes se agotó la edición.
Dice Greco: “Su principal legado es la idea de que la poesía es más que nada una nueva forma de percepción de la realidad: se pueden encontrar poemas tirados en una escalera, en la calle, y el poeta los recoge ‘como quien junta puchos en la vereda’”.
Espantapájaros
Espantapájaros
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