19 agosto, 2011

75 años sin García Lorca

LA SANGRE DERRAMADA
¡Que no quiero verla!

Dile a la luna que venga,
que no quiero ver la sangre
de Ignacio sobre la arena.

¡Que no quiero verla!

La luna de par en par.
Caballo de nubes quietas,
y la plaza gris del sueño
con sauces en las barreras.
¡Que no quiero verla!
Que mi recuerdo se quema.
¡Avisad a los jazmines
con su blancura pequeña!

¡Que no quiero verla!

La vaca del viejo mundo
pasaba su triste lengua
sobre un hocico de sangres
derramadas en la arena,
y los toros de Guisando,
casi muerte y casi piedra,
mugieron como dos siglos
hartos de pisar la tierra.
No.
¡Que no quiero verla!


(...)


Hoy se cumple 75 años del asesinato de Federico García Lorca, y quise empezar este post con un fragmento de su genial Llanto por Ignacio Sánchez Mejías. Nadie hubiera querido ver la "sangre derramada" de García Lorca. Acaso por ello, en España celebran homenajes al genial poeta:  El Cultural.es publicó un artículo donde le pregunta a una serie de poetas qué le dirían a García Lorca si lo viesen, y qué le dirían a sus verdugos. Por su parte,  ADN.es  comenta:

El 19 de agosto se cumplen 75 años de la muerte de Federico García Lorca, aunque sus versos siguen resonando muy vivos en teatros, escuelas y bibliotecas españolas. Ahora más que nunca, por la efeméride de la muerte poeta. O el asesinato, para ser más exactos, por rencillas familiares, según sostiene el cronista Miguel Caballero en Las trece últimas horas en la vida de García Lorca (La esfera de los libros).
En este volumen recién editado, Caballero asegura que no le mataron los nacionales, tras haberse declarado de izquierdas, ni por ser homosexual, sino que lo hicieron rivales de su familia para ajustar cuentas, aprovechando que se le podía echar la culpa a la Guerra Civil.
Y pone rostro a los asesinos: el cabo Mariano Ajenjo Moreno, el pistolero Antonio Benavides, Salvador Varo Leyva, Juan Jiménez Cascales, Fernando Correa Carrasco y Antonio Hernández Martín. Caballero se basa, en todo caso, en documentos, archivos y textos escritos, nunca testimonios orales.

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