15 enero, 2010

Dossier Miller

Sería ingrato de mi parte publicar extractos del artículo que Gonzalo Garcés ha escrito sobre Miller para Revista Ñ. Garcés analiza el recorrido de la obra del autor de "Trópico de Capricornio", Henry Miller, y explica su fascinación por el burlesco, el recurso a la obscenidad y la mansedad de sus libros finales. Así que les dejo el enlace y las primeras líneas de este lúcido texto. De la revolución a la autodestrucción:

Cuando llegué a París, en los años noventa, casi lo primero que hice fue visitar una muestra sobre Henry Miller. No era gran cosa: segundas o terceras ediciones y reproducciones de acuarelas. Pero me hice amigo de su responsable, un tipo que se llamaba Guillaume y que no sin aspavientos ("Yo soy así, la gente se asombra de mi generosidad") me vendió a precio rebajado The Hamlet Letters, una rareza en la obra de Miller.
Menciono a Guillaume porque él precipitó una crisis en mi afición a Miller. Era un mal tipo. Maltrataba a su novia, no trabajaba ni estudiaba y tampoco escribía, aunque se decía escritor. En la conversación no admitía réplicas, o las toleraba con una sonrisa de conmiseración. "Cuando estés en el mismo plano espiritual que yo", le oí decir una vez, "lo entenderás." Una vez me explicó que Trópico de Cáncer era un libro inferior; para conocer el mensaje de "Henry" había que leer La Crucifixión rosada.
Esto último no es casual. Noto que tiende a haber dos clases de lector de Miller. El primero se refiere al autor como "Miller" y prefiere los Trópicos y Primavera negra, es decir la obra escrita por Miller en París en los años treinta. El segundo es de gustos esotéricos, habla de "Henry" y prefiere la obra que escribió después de su regreso a los Estados Unidos: unos ensayos de tono lírico, los "relatos sobre lugares" El coloso de Marusi y Big Sur y Las naranjas de Hieronimus Bosch, y sobre todo la trilogía La Crucifixión rosada, integrada por Sexus, Plexus y Nexus. El primer lector puede ser muchas cosas, pero el segundo es casi siempre como Guillaume: intelectualmente escaso, socialmente repelente, con valores propios de los libros de autoayuda.
Para captar esta dicotomía, es necesario entender la revolución que Miller creó en sus años parisinos, y la crisis personal que esa misma revolución le causó. No es una mala historia, y ahora que se reeditan en español sus libros vale la pena contarla. Probablemente sea lo más parecido que tuvo el siglo XX al famoso asalto de Rimbaud a la ciudadela de la poesía y su posterior escape hacia el silencio.
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