23 diciembre, 2008

Comentando "El viaje a la ficción"


En la sección cultural Babelia del diario El País, José Manuel Caballero, hace la reseña al reciente libro de ensayo de Mario Vargas Llosa: El viaje a la ficción. El mundo de Juan Carlos Onetti. Caballero afirma que: "La ficción entendida como `mundo alternativo´ constituye uno de los ejes conceptuales de este estudio. La consabida idea de que la literatura en modo alguno es una transcripción, sino una sustitución, una versión excéntrica de la realidad, funciona efectivamente como andamiaje teórico de El viaje a la ficción". Aquí un extracto. Una singular lectura de Juan Carlos Onetti:

Con El viaje a la ficción, el novelista rinde tributo a otro novelista predilecto. Indagar en la obra de un escritor a través de una serie de soldaduras entre su vida y su literatura supone sin duda un ejercicio gustoso, pero también un tácito homenaje. En el texto que prologa y da título a este libro, el autor reflexiona primeramente sobre el carácter social y simbólico de los antiguos contadores de historias, esa figura del "hablador" que subyugó a Vargas Llosa durante un viaje por la Amazonía de su país y usó como embrión especulativo de una novela y de reclamo para alguna incursión en la teoría de la literatura. Vargas Llosa vincula en este libro toda una serie de pesquisas biográficas sobre Onetti con la propia evolución cíclica de su obra. El método resulta de veras provechoso y responde a un impecable engranaje entre las calas filológicas y su canalización comunicativa, entre el análisis textual y la eficiente manera de conducirlo. Vargas Llosa aborda así un análisis esclarecedor y pormenorizado de cada una de las novelas de Onetti, demorándose en muy distintas vertientes de esa mezcla de fascinación y complejidad que fundamenta su universo narrativo. Afirma Vargas Llosa que Onetti, desde su primera novela, El pozo (1939), "abre las puertas de la modernidad a la narrativa en lengua española". Una aseveración tal vez demasiado tajante, pero que no lo es si se atiende a la diversificación del punto de vista y en la discontinuidad temporal fácilmente rastreables en la obra del autor de El astillero y oriundas, como bien se sabe, de la maestría innovadora de Faulkner. Los nexos presuntos entre la mítica Santa María y el faulkneriano condado de Yoknapatawpha han sido aceptados alguna vez por el propio Onetti. Uno de los ascendientes literarios que Vargas Llosa atribuye a Onetti es el de Borges. Pues según y cómo, creo yo. El hecho de que puedan atisbarse -y así se razona en este libro- otros influjos de naturaleza propiamente estética, el de Borges resulta más bien debatible. Ni los aderezos de la prosa ni la sustancial poética que la enaltece se asemejan en ningún momento. Tampoco coinciden en nada la personalidad de ambos escritores. Pienso que una vaga impregnación de rasgos literalmente fantásticos no basta en puridad para hablar de influencias. (...) El ensimismamiento, el aislamiento, el escepticismo de Onetti aparecen pues transferidos de algún modo a su mundo narrativo. A un mundo narrativo que, desdeñando todos los regionalismos y naturalismos al uso, instaura un "antirrealismo", una poética de los claroscuros que otorga el rango de maestro a quien la concibió. En cualquier caso, Vargas Llosa logra probar con inteligente rigor que la obra de Onetti "quedará como una de las más valiosas que ha producido la literatura de nuestro tiempo".

A propósito del libro, hace unos días, Javier Fernández de Castro, en su blog en El Boomeran(g), comentó -de manera soberbia- la obra de Vargas Llosa:

Lo normal es que si a un gran escritor le da por escribir acerca de otro gran escritor el resultado sea un gran libro. Y lo curioso es que, en desvelando al otro, el uno quedará desvelado a su vez. En cierto modo la razón de ese doble desvelamiento vendría a ser la que ofrece Gabriel García Márquez en su prólogo a los Cuentos completos de Hemingway (Lumen) cuando dice que es inútil darle a leer una novela a un novelista porque a éste sólo le gustan las novelas de los demás hasta que logra desentrañar la tramoya o estructura interna que las sustenta. Una vez averiguado cómo funciona -insiste Gabo- el invento pierde todo interés para el novelista. De ahí, creo yo, ese fenómeno tan reiteradamente observado y según el cual no hay que hacer demasiado caso de un novelista cuando recomienda calurosamente una novela de otro porque - la inmensa mayoría de veces -, lo que le ha gustado no tiene nada que ver con la calidad de la prosa, la novedad del argumento o la emoción del desenlace, esto es, lo que suele buscar un lector corriente. Y encima, si le dices al novelista recomendador "Vaya muermo me hiciste leer", lo normal es que responda con toda placidez: "Sí, pero fíjate que utiliza la tercera persona del plural como si fuese un observador singular quien habla, con lo cual logra un curioso efecto de inmediatez que aún se acentúa más cuando recurre al presente histórico". O lo que sea. Es decir, un rollo de la misma categoría que si un gran chef te suelta un curso sobre las ventajas de usar perejil (mucho perejil) en lugar de limón para evitar que se pongan negras las alcachofas durante la cocción. Qué tendrá que ver el uso del presente histórico con la emoción que provoca una buena escena de amor (caso de una novela) o con la sinfonía de sabores que te estalla en la boca cuando pones en ella la primera cucharada de una menestra hecha como Dios manda (si es que estamos en la cocina).(...) Gracias a esa condición de escribidor, el lector que decida acompañar a Mario Vargas Llosa en este viaje a la ficción va a tener el privilegio de verle arremangarse y proceder a desmantelar pieza a pieza no una sino todas las novelas de Juan Carlos Onetti. Y quien todavía tema que vayan a endosarle una perorata docta, pierda todo cuidado porque, como dice el propio Vargas (p.28) , "Esta vida de mentiras que es la ficción [...] no debe ser considerada mera réplica de la vida de verdad, la vida objetiva vivida, aunque esta sea la tendencia con que suelen estudiarla los científicos sociales que, valiéndose de la literatura oral y escrita, ven en ésta un documento sociológico e histórico [...]".(...) Y un poco más adelante, insiste (p. 32): "Una obra [la de Onetti, claro], casi íntegramente concebida para mostrar la sutil y frondosa manera como, junto a la vida verdadera, lo seres humanos hemos venido construyendo una vida paralela, de palabras e imágenes tan mentirosas como persuasivas , donde ir a refugiarnos para escapar de los desastres y limitaciones que a nuestra libertad y a nuestros sueños opone la vida tal como es".
Y una última cita (p. 41), que muestra de forma todavía más expresiva el talante de Mario Vargas al adentrarse en las circunstancias que se daban en la vida de Onetti cuando estaba escribiendo sus obras: "Si su propio testimonio es cierto -sin duda no lo es, pero no importa, pues lo que de verdad interesa en la biografía de un escritor es lo que él mismo quiso o creyó que fuera su vida [...]. (...) Sólo una precisión. No es un libro universal, de esos que gustan a todo el mundo. Tendrá mucho ganado quien sea un seguidor incondicional de cualquiera de los dos, bien sea Mario Vargas Llosa o (mejor aún) Juan Carlos Onetti. Porque, aquí, no se habla de otra cosa.

MÁS:

No hay comentarios: