La obra de Carlos Quízpez Asín se ha calificado como fundamental por el aporte que representa para la renovación del arte peruano del siglo XX. Pintor, muralista, dibujante, imprimió su sello distintivo en cada una de las disciplinas en las que incursionó. Considerado uno de los más grandes artistas contemporáneos de nuestro país, retomó elementos de nuestra cultura y los reinterpretó a la luz de una lectura contemporánea.
Si miramos con detenimiento su obra, descubriremos que el gran misterio que da continuidad a sus diferentes etapas es hacer prevalecer en cada una de ellas, uno de los elementos clásicos de la pintura: la buena composición, subordinando las demás en función directa de esta prevalencia, con un radical común que es el concretismo de su mente que hace que sus cuadros no se alejen de lo real.
Artista independiente
Quízpez Asín no respondió a 'ismos' ideológicos, y si llegó a ellos fue por la búsqueda interior de su sensibilidad, por el incesante planteo de valoraciones predominantes y sumisiones conscientes, por su particular ubicación como pintor entre la generación de su hermano Alfredo y los artistas más jóvenes. Nada le fue extraño ni raro; al contrario, todo fue tradicional y nuevo para él. Nada fue desechado o estimado más allá de su profunda búsqueda.
Fue un solitario aristócrata de la belleza que a todo imponía calidad en los diferentes momentos de su vida creativa. Nunca fue un adocenado seguidor de teorías o escuelas sino un explorador de sí mismo.
Carlos Quízpez Asín Mas, nació el 15 de abril de 1900 en Lima, hijo de Jesús Quízpez Asín, natural de Ica y de María Elvira Mas Push, nacida en Tarma. Su padre fue médico de profesión y su abuelo el doctor Asín dueño de un criadero de toros de lidia en La Rinconada de Mala. Sus padres tuvieron cuatro hijos: Jesús, José Luis, Carlos y Alfredo. Carlos Quízpez Asín tuvo un solo hijo, Néstor, fruto de su unión con Olga Serna.
En 1920 el brillante músico Alfonso de Silva, pariente de Carlos, gana una beca para estudiar en el Conservatorio de Música de Madrid y logra convencerlo para viajar juntos a España. Con algo que había ahorrado y la ayuda de un tío parten a Europa.
Después de mil peripecias en España, Quízpez Asín se matricula en la Real Academia de San Fernando de Madrid, en el taller del maestro Cecilio Pla, de grandes dotes pedagógicas. Fue además condiscípulo de Salvador Dalí a quien le hizo un excelente retrato con una técnica completamente vanguardista.
El Museo del Prado en Madrid fue una gran fuente de enriquecimiento espiritual al conocer las obras de El Greco, Piero de la Francesca y Velázquez.
En 1925 decide conocer París, donde vivía su hermano Alfredo el cual decide cambiarse el nombre y apellido --de mutuo acuerdo con Carlos-- por el de César Moro, pues no podía haber dos pintores con los mismos apellidos. En París se pone en contacto con la 'avant garde' y toma interés por el cubismo, además de la obra de Cezanne, Picasso y Torres García. Después de esta gran experiencia regresa a Madrid y realiza su primera muestra individual de pintura, con gran éxito de público y una buena acogida de la crítica.
Por motivos familiares se ve obligado a retornar a Lima donde el ambiente artístico seguía siendo muy pobre, por lo que se ve obligado a dar clases en su taller para subsistir. En esa época ocurre un hecho providencial: un banquero llamado Laudi le propone viajar a Estados Unidos como tutor de su hijo, el cual pretendía estudiar una carrera artística.
Es así como al artista se le presenta la gran oportunidad de pintar en Los Ángeles. Esta fue una época muy fructífera para el maestro que, estando en plena madurez creativa a los 28 años, tendría que demostrar su calidad de pintor para poder abrirse paso en el difícil medio del arte estadounidense. Allá desarrolló una pintura bien estructurada y con finos colores transparentes que le dan brillantez a obras como "La alegoría de los labradores" y "Las lavanderas" donde los contornos están enmarcados por un dibujo lineal que potencia la representación de los personajes de aspecto peruano con líneas simplificadas. Estos trabajos son verdaderas construcciones plásticas en las que el cuadro se sustenta en una estructura de personajes limitados por un sistema de líneas rectas y curvas tratadas con formas planas y esquematizadas.
En 1943 es contratado como profesor de pintura y mural al fresco por la Escuela de Bellas Artes, donde permaneció por más de 30 años formando artistas.
A partir de los años 50 pinta un mural magistral llamado "Las Artes" y desarrolla otros como "Alegoría a Pomona" en mosaico, "El deporte" en relieve, "La minería", "Hipócrates" y muchos más en casas particulares, demostrando con esta técnica un oficio, macizo y consistente y que era dueño de un vigor sin alardes ni ostentaciones. El maestro fue precursor del Mural al fresco en el Perú.
La edad no disminuyó su potencia creadora, como ocurre en los seres excepcionales. Pintó hasta el final de sus días; falleció el 1 de abril de 1983. Su obra ha quedado como una de las manifestaciones más importantes de nuestro arte actual.
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