Miguel Gutierrez
El domingo en El Dominical apareció un artículo de Iván Thays a propósito de la reciente redición del libro de ensayos La generación del 50: un mundo dividido. Thays hace una justa disección acerca de la obra de Gutierrez, anotando sus puntos de quiebre y señalando dónde las ideologías desmedran un análisis literario: "No existe nada malo en escribir críticas literarias o reseñas de libros desde una ideología determinada; pero hacerlo desde una posición doctrinaria puede resultar un esfuerzo inútil". Aquí un estracto del artículo:
Un mundo dividido es, sin duda, el libro de ensayos* más comentado de Miguel Gutiérrez, aunque no parece haber sido el más leído, por lo que esta reedición resulta una estupenda oportunidad para acercarse críticamente a un autor que, para muchos, representa la reserva moral e intelectual de la literatura peruana. El mismo Gutiérrez ha declarado con justicia en varias entrevistas, y en el prólogo escrito para esta edición, que sobre él existen demasiados prejuicios y que se lo valora entusiasta y ciegamente -eso no lo dice él, es mi impresión- o se lo desdeña sin argumentos literarios sólidos. Leer Un mundo dividido después de veinte años de su aparición es un buen pretexto para acercarnos al pensamiento (y luego a la obra) de un autor importante para el país, sobre todo por su ascendencia en varias promociones de escritores peruanos. (...) Estos ensayos, que se inscriben en la doctrina marxista, están escritos, según propia confesión, por alguien que piensa que el mundo está dividido entre aquellos que defienden un viejo régimen burgués y aquellos que ven en la "lucha popular" (en el libro varias veces se alude a Sendero Luminoso y a Abimael Guzmán como paradigmas de esa lucha) la posibilidad de establecer un nuevo orden. Lo que busca el libro, específicamente, no es solo calibrar el aporte de los miembros de la Generación del 50 a la literatura nacional, sino asimismo estudiar y calificar las "producciones espirituales y las formas de conducta" de los miembros de esta generación. Gutiérrez acepta que no pretende ser un crítico imparcial y se muestra dispuesto a comentar abiertamente la calidad de la obra de los autores seleccionados, sin por ello dejar de subrayar la relación (subsistente en algunas de sus obras e incluso en sus actos públicos, como el hecho de que él consiente premios del Estado) de estos autores con su sociedad, y también, si cabe, con su praxis política y su compromiso social. (...) Es cierto que la obra de los autores que se adscribieron voluntariamente al marxismo sí puede ser leída como alegoría de las clases sociales, pero es complicado y siempre arbitrario leer así novelas más complejas. No todas las novelas son parte de un "mundo dividido" entre buenos y malos, o habría que decir específicamente entre el Bien y el Mal, como está dividido eclesiásticamente el mundo narrativo del propio Miguel Gutiérrez. (...) Y si es cierto que este libro pretende defender esa necesidad de leer la obra y analizar la praxis política del autor para buscar una coherencia, tendremos que decir que, a estas alturas, las propias contradicciones de Gutiérrez le han demostrado que, ni en la vida ni en las novelas, los personajes representan alegorías. Son tan solo individuos que actúan según el contexto que les tocó vivir.
*En realidad, se trata de la introducción a una investigación universitaria que luego se independizó y pasó a mayores.
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