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El día domingo apareció en El Comercio, una reseña de Ricardo González Vigil a la antología en inglés de la poesía de Carlos Germán Belli. Esto es significativo puesto que la difusión de nuestro grandes poetas aún sigue relegada en algunos casos por la escases de iniciativas como esta. Aquí un extracto de la reseña:
El día domingo apareció en El Comercio, una reseña de Ricardo González Vigil a la antología en inglés de la poesía de Carlos Germán Belli. Esto es significativo puesto que la difusión de nuestro grandes poetas aún sigue relegada en algunos casos por la escases de iniciativas como esta. Aquí un extracto de la reseña:
Continúa sin tregua el reconocimiento internacional de Carlos Germán Belli como uno de los poetas hispanoamericanos imprescindibles. No somos pocos los que juzgamos que posee méritos para recibir el Premio Nobel de Literatura, con igual o mayor razón que otros poetas hispanoamericanos (verbigracia, el nicaragüense Ernesto Cardenal, y los chilenos Nicanor Parra y Gonzalo Rojas) voceados para ese galardón. De ahí la importancia de su traducción a otros idiomas, particularmente al inglés, tarea cumplida exitosamente por Rose Shapiro. Traducir a Belli no es nada fácil. Siempre la poesía resulta el desafío mayor para un traductor, por la densidad significativa que posee en su idioma original y, sobre todo, por la cohesión entre su componente fónico-rítmico (a veces, gráfico-visual) y su componente semántico. La dificultad se agrava cuando se trata de poetas que re-elaboran radicalmente el idioma hasta plasmar un código propio, como es el caso de Belli que escribe en un "español béllico" o en "belliano". Esa re-creación del español (cuestión resaltada por Enrique Lihn, Jorge Cornejo Polar y Gordon Brotherston, entre otros) tiene su origen, a nuestro entender, en una necesidad de "traducir" a las formas poéticas cultas (provenzales, toscanas y del Siglo de Oro español, fundamentalmente) dos fuentes discursivas. La primera de ellas coloca a Belli del lado de las víctimas de la carencia, la frustración, la discriminación y la desigualdad alienante: los "ninguneados" de Arguedas, los "mudos" de Ribeyro, esos "desgraciados" de Vallejo lacerados por los "nueve monstruos". Un Belli entropado con los de abajo: "arriba todo tiene dueño (...) hay algunos que manejan todo, / que escriben, que cantan, que bailan, / y que hablan hermosamente, / y nosotros rojos de vergüenza, / tan solo deseamos desaparecer /en pedacitititos" (p. 28). Lo original es que pretende que sus desgraciados "hablen hermosamente" utilizando las formas poéticas prestigiosas; definiéndose como un "perito en nada" se enfrenta a la métrica más difícil y la "traduce" (o "transcultura") con el balbuceo, la replana y las vivencias de los discapacitados (entre ellos, su hermano es una presencia central) y excluidos. El segundo motor expresivo: se sitúa en el presente de una civilización industrial alejada del Logos, de la plenitud espiritual de los siglos XI-XVII, en proceso de des-humanización y, en el arte de la "desintegración de las formas". Belli acude a las formidables estrofas y pautas de otrora, buscando "asir la forma que se va" (título de un arte poética suya), trasladando a ellas la crisis y la angustia actuales, para oxigenarse con el espíritu de antaño, en un proceso que le hace cada vez más enarbolar el amor y la esperanza.
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