La culpa la tuvo Brod. Si hubiera quemado todo los textos no tendríamos esta noticia. Sin embargo, la literatura hubiera perdido a un Gigante. El descubrimiento fue revelado recientemente por el diario alemán "Die Zeit", que sugiere que la caja fuerte podría contener la carta que Kafka escribió en 1919 a su autoritario padre para reprocharle el estricto y distante trato que le dio, junto con dibujos y diarios personales. Hallan un nuevo manuscrito de Kafka:
La odisea de ambiciones y traiciones que ha revelado la disputa por el legado de Franz Kafka (1883-1924) ha dado un nuevo giro con el hallazgo de una caja fuerte en Zúrich, que puede cambiar la suerte de los demandantes israelíes en el caso."Pensamos que en Zúrich están los documentos más importantes y por eso fueron sacados de Israel de forma clandestina, vulnerando la ley", afirmó a Efe el abogado de la Biblioteca Nacional de Israel, Meir Heller, que lucha en un "kafkiano" proceso judicial por el legado de uno de los escritores más importantes del siglo XX.Pese a no ser un texto literario, la misiva está considerada una de las cumbres de la escritura de Kafka y su venta en una subasta alcanzaría, con toda seguridad, cifras de muchos dígitos.No es ése el destino que el autor de "El proceso" o "La metamorfosis" y su gran amigo, el agente literario Max Brod, querrían para sus manuscritos, pero sus últimas voluntades no se han cumplido hasta ahora.La historia ha sido bien distinta desde que Kafka murió en 1924, sin pena ni gloria y tras publicar apenas unos cuantos textos menores.En su testamento, Kafka pedía a Brod que quemase todos sus manuscritos, algo que éste desobedeció para beneficio de la literatura universal.En 1939, Brod -judío, como Kafka- abandonó Praga de forma apresurada, huyendo de las tropas de Hitler, para establecerse en Tel Aviv, con una maleta repleta de novelas, borradores, dibujos y cartas originales de su amigo y tres años después contrató a Esther Hoffe para gestionar esos documentos.Brod murió en 1968 tras donar a la Universidad de Oxford los manuscritos de "América" y "El castillo", destacadas obras de Kafka.En su testamento dejó la gestión del resto de preciados papeles a Hoffe, pero con una clara condición: que fuesen entregados a "la Biblioteca Nacional de Jerusalén, la Biblioteca Municipal de Tel Aviv u otro archivo público en Israel o el extranjero"."Brod nunca vendió una sola obra de Kafka porque era un anticapitalista convencido y admiraba a su amigo de una forma imposible de describir. Antes incluso de que Kafka muriera, Brod buscaba en las papeleras para rescatar los textos que éste tiraba", explicó a Efe Nurit Pegui, investigadora de la Universidad de Haifa enfrascada en una tesis doctoral sobre Brod.Hoffe, en cambio, se hizo millonaria con la venta del original de "El proceso" (hoy en el Archivo de Literatura Alemana de Marbach), vulneró un contrato con las autoridades israelíes para fotocopiar el legado y cobró una jugosa suma a una editorial suiza a cambio de unos diarios de Brod que nunca entregó."Sí, Kafka se revolvería en la tumba si supiera cómo han acabado sus manuscritos, Brod, con lo anticapitalista que era, lo haría aún más", apunta Heller entre risas.Hoffe murió hace dos años y dividió el legado entre sus dos hijas, las hoy ancianas Ruth y Eva, únicos conocedoras (junto con unos albaceas) del tesoro literario que esconden cinco cajas fuertes en Tel Aviv y la recientemente descubierta en Zúrich.El Tribunal de Distrito de Tel Aviv acoge un juicio por la propiedad de los manuscritos, en el que la Biblioteca Nacional de Israel defiende su derecho a los originales desde un punto de vista legal -"no aparecemos primeros en las preferencias del testamento por causalidad", argumenta su abogado- y otro ético: llevar al Estado judío los papeles de un sionista convencido como Brod.El descubrimiento de la caja fuerte de Zúrich, propiedad de Eva Hoffe, es una arma de doble filo para la biblioteca israelí en un litigio legal que ha dejado sesiones a puerta cerrada repletas de gritos y amenazas.De momento, se esperan para diciembre y enero nuevas vistas en este zigzagueante proceso repleto de sorpresas en el que se decidirá el destino del legado del literato que plasmó como nadie las angustias del hombre moderno.
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