29 febrero, 2008

El retrato de Dorian Gray

"El único medio para librarse de una tentación es ceder a ella". Mítica frase de Lord Henry Wotton que encierra acaso toda una filosofía de vida. Filosofía que en la novela de Oscar Wilde pareciera ser una constante. El dejarse llevar por las tentaciones, por las pasiones, en un remolino que nos lleva a desconocernos hasta límites que muchas veces nos sobrepasan y dominan. El retrato de Dorian Gray no es por ningún motivo una apología a la belleza de su protagonista, ni creo que esté cercano a ello. Acaso lo que motivó a Wilde a escribir la novela, fue esa necesidad suya por ser un espejo donde los seres humanos nos podemos ver reflejados. Y donde aquel reflejo no sea tan de nuestro agrado.
Desde el 14 de febrero, el teatro La Plaza-ISIL, Larcomar, va presentando, bajo la dirección de Roberto Ángeles, la tan controversial novela de Wilde. Controversial en su tiempo, quizá ahora para quien lea la obra, sólo sea un relato sobre la belleza imperecedera de un joven; y de las tragedias que esa belleza le acarreó.
En palabras del director, “Hay una diferencia entre la novela original y mi adaptación. Wilde incide mucho en la vanidad de un joven por su aspecto físico, azuzado por los estetas. El énfasis de mi propuesta está en la belleza de la juventud, cierta y universal. Yo creo que la juventud es bella per se. El drama se genera por la ausencia de otros valores en Dorian Gray, más allá de la belleza. Aislado de otros aspectos del desarrollo personal, no considera los sentimientos y afectos ajenos, ni siquiera la vida de los demás. Con el tiempo, lamentará haberse consagrado solo a la belleza formal, y no haber descubierto el placer de recibir o dar afecto o valorar la generosidad de los otros. Dorian extraña la inocencia de la juventud y es muy probable que quiera volver a ella. Pero --según Wilde-- eso es imposible: El protagonista ha hecho un pacto, y los pactos se cumplen. El mal se llevará no solo su juventud y su belleza, sino también su bondad e inocencia. No hay marcha atrás.”(1)
La puesta como se lee arriba, es una adaptación que refresca a la obra. Respetando los diálogos y dándonos la idea de aquel tiempo. . Es quizá ese hecho lo que agrada del teatro contemporáneo, la facilidad de acercar obras que tuvieron otro tiempo y espacio, tan lejanas como La Orestiada, que aún sigue en puesta, o como El retrato Dorian Gray. Pero que mantienen lo que las colocó como clásicas.
La personificación, por ejemplo, de Wotton; muy bien trabajada; aunque sorprenda. El Dorian Gray, que aunque no cumpla las exigencias de la novela en el plano físico, deja al espectador en vilo en sus momentos de mayor drama. Y con el anterior, dan una lejana alusión en su amistad al pacto de Mefistófeles y el Dr. Fausto. Un Basil Hallward, encorvado, taciturno y de diálogos siempre en defensa a Dorian, son breves muestras, pero no todas. La última escena, difiere de la original, pero nos da acaso una insinuación; de que podemos influir en otras personas, pero nunca podremos ser dueños de sus actos. Lección final que aprendió Lord Henry Wotton, al encontrar yerto al joven Dorian, a su creación acaso.
En medios como el peruano, donde la industria del cine abarca una popular concurrencia, espectáculos como el que se presenta en la La Plaza-ISIL es una puesta que merece ser apreciada. Sobre todo, porque el espectador no verá una mera, como dije arriba, alusión sobre la belleza de juventud. Sino que esa obsesión, por la belleza de la juventud, es una de las más poderosas obsesiones humanas. Para Ángeles la obra de Wilde “no solo es divertida, inteligente y reveladora, sino que también plantea un enfoque conmovedor, dramático, incluso trágico, de la condición humana.”Quizá por último, sea valido apreciar dicha puesta. De cómo nuestros deseos, pasiones y actos; llegan a superarnos, y escaparse de nuestro control. Tornándonos tan sólo títeres de ellos.
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(1) Fuente: El Comercio
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Más información:
Teatro La Plaza-ISIL, Larcomar
Temporada:De jueves a martes 8 p.m. Domingos 7 p.m.

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