24 febrero, 2008

Adelanto de "Huérfano de mujer"

Narrar contra la muerte
.
El suplemento El Dominical, El Comercio, ha publicado un adelanto de la próxima novela Huérfano de mujer, de Carlos Eduardo Zavaleta. La obra, que se espera para el 6 de marzo es "una novela breve e intensa en la que recrea una dolorosa experiencia: la viudez". Los dejo con este regalo:
.
Por unas semanas, apenas cae la noche en nuestro dormitorio, cruzo el sector de sombra que todavía siento ajeno, y enciendo la luz de su velador, tal como hacía ella para leer o escribir en su pequeño escritorio. Bajaba la tapa y escribía la hoja, encima de la superficie tapizada de verde. O si no, oía largamente sus casetes clásicos, o asimismo sintonizaba en la radio programas que defendían a mujeres de sus maridos. Otras veces cosía primorosamente, reformando los vestidos que más quería. Era una muchacha que no había entrado del todo en el siglo XXI, pese a que en su oficina de la Biblioteca laboraba de modo muy moderno. Ahora, por supuesto, no está ella, pero conservo su luz encendida hasta la hora en que, vacío, hueco, abrumado por su ausencia, entro a acostarme en la mitad exacta de nuestra cama. Alguien me ha dicho, a través de Angélica, que lo mejor, luego de una muerte, es cambiar muebles, o el departamento, o marcharse de viaje por unos meses. Quienes puedan, que lo hagan. Yo sólo puedo conservar su sombra, y en algunos recuerdos, cuando esa otra realidad parece volver, la veo, la siento vivamente, pero sé muy bien el abismo que nos separa, aunque deba comportarme con normalidad, sin excesos ridículos. De algún modo penoso y difícil, nuestra vida parece proseguir, como si ella continuase enferma, o estuviera de viaje, como si ahora le hubiese tocado a ella. Sé que en las primeras noches no pude apagar su luz; le puse una toalla encima y quedé en la penumbra, esperando el sueño que sólo llegaba como un desmayo al amanecer; otra vez encendí la luz del baño, y así una larga espada blanca cruzaba la cama, sin tocarme los ojos, y entonces pude dormir a medias. Hasta que decidí envolverme con ella y con la noche negra, total, y desperté en la madrugada, recordando aquel mi "resentimiento", al retrasar la boda civil: quizá por una vez grité de miedo, pero ella fue siempre demasiado buena para hacerme daño.Por fin, ha llegado una época sin nervios desbocados, sin penas ni insomnios, sino sólo con el aprendizaje de una resignación absolutamente difícil, terrible, agobiante, pero que nos ha tocado vivir sin elección alguna. El amor sigue ahí, como el sol, pero la cabeza, por algún milagro, no ha estallado aún, quizá iba a hacerlo una tarde inútil frente a la tele, cuando vi una película de esa Susan parecida a ella, pero, menos mal, los avisos la cortaron y yo dejé la habitación. Sí, estoy reviviendo. Por el camino hay que soportar nuevas y extrañas escenas. De pronto, el correo clásico trae una carta para la ausente, con su nombre completo y luminoso, y está enviada por el Colegio de Bibliotecarios al cual ella perteneció, y ese Colegio la está convocando para el siguiente día. Cosa extraña, pues ese Colegio envió a su funeral una cruz de flores muy grande. O si no, llama una entusiasta voz de mujer, yo levanto el fono en silencio y ella me gana y rompe a decir: "¡Rosita, oh, qué bien que me respondas tú, te llamo desde Sidney! ¿Te acuerdas que hace un año dije que vendría a trabajar en una firma? Pues aquí estoy, y me acordé de ti. Hoy es tu cumpleaños, ¿verdad?". Y hay otra voz gruesa y maligna de la Telefónica, que desea hablar con la titular. "¿Es la señora Rosa? No. Pues llámela, por favor". O si no, la voz del intercomunicador dice: "¿Es usted el esposo de la señora Rosa? Soy Tadeo, el que le trae miel de abejas. ¿Cuántas latitas le dejo, señor? Pregúntele a ella".
[...]
.
Texto completo: Aquí

No hay comentarios: