05 abril, 2009

Philip Roth, el indignado


Este fin de semana, Revista Ñ ha dedicado un especial al escritor norteamericano (y también candidato al Nobel) Philip Roth, a propósito de su novela Indignación. A los 75 años, el autor de El lamento de Portnoy, que lo convirtió en una celebridad de las letras estadounidenses, vive en una antigua casa de madera en una colina en Connecticut. El novelista que supo ser un rey en Manhattan, rodeado de admiradores y adulones, se dedica aún a lo que ha llamado "terrible ambigüedad del yo". Aquí un extracto:

Según sus propias palabras al comienzo de El escritor fantasma, uno podía "empezar a comprender por qué esconderse a 400 metros de altura en las montañas con la única compañía de los pájaros y los árboles quizá no era tan mala idea para un escritor, judío o no... Pureza. Serenidad. Simplicidad. Aislamiento. Toda la concentración y la extravagancia y la originalidad reservadas para la vocación agotadora, enaltecida y trascendente". Como su personaje principal Zuckerman, Roth parece haber pensado: "Así es como voy a vivir".Caminamos por la fresca hierba hasta una especie de tienda de gasa con sillas en su interior donde Roth y sus invitados pueden disfrutar de la conversación a salvo de los insectos. Entrar a esta burbuja es como ingresar en el sector de puertas afuera de la mente del escritor."Empecemos a trabajar", dice Roth, recostándose en su reposera para indicar que la entrevista ha comenzado. Esto suena informal pero la verdad es que todas las conversaciones con el autor de El lamento de Portnoy están sumamente controladas: las preguntas deben enviarse por adelantado; la transcripción es luego revisada; todo bajo la mirada vigilante de agentes y publicistas.En la espesura de la literatura norteamericana, Philip Roth es una gran bestia tan fabulosa como el hipogrifo, rara vez avistada, nombrada con respeto y motivo de chismes disparatados y a veces indignados. Desde Portnoy, ha soportado el tipo de atención que podría llevar a alguien a buscar la soledad o a la paranoia: incesantes chistes autocríticos, una persistente lluvia de hostilidad y la mirada escrutadora y envidiosa de escritores menores. Ahora, cincuenta años después de comenzar a escribir, el autor de La contravida y Pastoral americana podría estar de acuerdo con Peter De Vries, quien observó sobre la vida literaria estadounidense que "uno sueña con la diosa Fama... y termina con la puta Publicidad".

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