05 abril, 2009

Javier Marías entrevistado


Miembro de la Real Academia Española y permanente candidato al Nobel (solo para el mundo anglosajon o alemán menos para el español), acaba de presentar en Argentina su novela Veneno, sombra y adiós. En un diálogo con Ñ le contesta a sus detractores(incluye video): "Llegaron a decir que sólo le gusto a las mujeres, como si eso fuera algo denigratorio".

La primera excusa para romper el hielo es Veneno, sombra y adiós , la última entrega de Tu rostro mañana, la trilogía en la que ficcionalizó las vivencias de su padre, el filósofo Julián Marías y de su amigo el viejo profesor de la Universidad de Oxford Sir Peter Rusell, al final de la Guerra Civil española. Por la edad avanzada de ambos, para que tuvieran tiempo de reconocerse en las páginas del libro, decidió -en parte- subdividir la obra en tres. Por eso, afán que logró con los dos primeros tomos, y porque además odia los libros demasiado largos. Esta última entrega le permitió que tanto Russel como el viejo Marías vivieran un poco más en su imaginación No planea tanto Marías. Para él, la literatura es una ciencia incierta, muy lejana a la ingeniería literaria que practica su amigo Arturo Pérez Reverte antes de teclear la primera letra. "A mí me gusta, por el contrario, averiguar la novela a medida que la voy escribiendo. Siempre recuerdo que la palabra inventar etimológicamente viene del latín invenir, e invenir en latín lo que quería decir era hallar, descubrir, averiguar. Es decir que etimológicamente -al menos- la invención y la averiguación o el hallazgo tienen la misma raíz. Entonces, uno averigua a medida que inventa. Yo me permito trabajar mucho sobre la marcha, incorporar cosas que en modo alguno tenía previsto, entre otras cosas porque no deseo tenerlo previsto", dispara erudito este, aseguran, firme candidato al Nobel. Precisamente también relativiza las voces que lo proclaman para recibir el galardón de la Academia Sueca. "Es algo que se dice más que nada en el mundo anglosajón y en Alemania también. Sin ningún fundamento, desde luego, yo creo, en absoluto. Pero bueno, se han dicho muchas cosas...", se desentiende ahora un modestísimo Marías. Muchas cosas se han dicho sobre este autor autodefinido como un veterano a sus 57, teniendo en cuenta lleva publicados más de una veintena de libros desde sus 1971. Y, aunque la mayoría son elogios, él decide enumerar la larga lista de argumentos que sus detractores propusieron en los últimos 38 años. "Se dijo que era un autor extranjerizante, que escribía como si tradujera -lo cual para mí era un elogio. En otro momento se dijo: 'Es muy cerebral, demasiado frío. Luego, empezaron con que 'Sólo le gusta a las mujeres', como si fuero algo malo, denigratorio...Lo último es que escribo muy mal, que maltrato la lengua. Nunca he gozado de muchas simpatías entre el establishment literario", se ufana Marías, mientras juega en su mano con el primero de los cuatro cigarrillos que fumará casi de corrido. Sin embargo reconoce que su métier como traductor –"un trabajo extraordinario para cualquier escritor"- favorecieron su facilidad para explorar todas las posibilidades de la lengua y admite, sin tapujos, que alrededor del 60% de sus lectores son mujeres, lo que le parece natural "porque las mujeres leen más". Si de dardos maliciosos se trata, Marías también sabe a quién apuntarle. "Jorge Herralde es un buen editor, pero hace años que me prohibí leer libros de Anagrama, y sobre todo, comprarlos", dice sobre la editorial amarilla donde publicó sus primeras obras antes de que la relación se quebrara. El estado actual de las traducciones al español también logra crisparle los nervios a este especialista entre traidores, que fue galardonado hace décadas por su versión castellana de la disparatada Tristam Shandy, de Laurence Sterne. "No quiero decirles el estado general de las traducciones actuales españolas. ¡Es terrible! Hay personas que no saben una lengua ni la otra" , sentencia. Las digresiones y reflexiones de Marías se repiten en su discurso casi tanto como en sus novelas, es la característica que lo distingue y que hilvana su obra. "No creo que haga falta leer todas mis novelas para tener una comprensión de una determinada, pero sí digamos que hay unos vasos comunicantes y personajes que pasan de una a otra, frases incluso, que deliberadamente se repiten de un libro a otro. Todo eso es deliberado, desde luego", asume. El autoproclamado rey de Redonda, isla que actualmente pertenece a Antigua y Barbuda, y monarquía en la que Marías ha nombrado una nobleza soñada de artistas ilustres, reconoce que ha perdido contacto con la actualidad literaria. Incluso –reconfórtese perezoso lector- concede que uno de los precios de plasmar su colosal Tu rostro mañana ha sido que pasaron casi 8 años sin que leyera prácticamente nada de lo que se ha publicado en cualquier lengua. "Creo que hay cosas muy repetitivas, me da la sensación de que son cosas propias de los años 70'. Es más una impresión que un juicio. Además, a medida que uno se va haciendo mayor, la curiosidad va menguando. Ahora quiero releer", revela. Por si fuera poco, lanza una aseveración más grande para animársele otra vez a los clásicos y por primera vez a autores griegos y latinos con los que nunca se desafió. "No tengo la impresión de éste sea un momento particularmente brillante. Es decir, no ha habido todavía casi ningún autor en menos de cuarenta y cinco años del cual se me haya dicho con verdadera insistencia: 'Debes leerlo, hay que leerlo', ¿no? Rara vez me autocritico eso", se defiende.

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