11 agosto, 2010

Thomas Mann: Relatos completos

En esta primera aparición en castellano de sus relatos completos se observa su trabajo sobre la prosa, el punto de vista y la obsesión por los detalles reveladores.La larga frase de la perfección:

No siempre fue fácil distinguir la grandeza de lo breve. Tiempo atrás las grandes novelas eran, en su mayoría, largas novelas. Si el autor era grande, también la obra. En un ensayo sobre el cuentista Antón Chéjov, escrito en su típico tono confesional, Thomas Mann se planteaba esta pregunta a los casi ochenta años, al constatar que no guardaba ningún recuerdo sobre el día de la muerte del celebrado narrador ruso, que había ocurrido en Alemania medio siglo atrás.

¿Por qué? Thomas Mann reconocía entonces que desde muy joven su fascinación se había depositado siempre en los grandes creadores como Tolstoi, Goethe, Wagner.

En las obras extensas, sudadas, producto de un largo trabajo tortuoso. Sólo con los años, confesaba en ese texto poco antes de su muerte, había aprendido a valorar la intensidad artística de la concisión. Y sin embargo, nunca dejó de escribir narraciones cortas, durante toda su vida.

Estas narraciones están hoy reunidas en una edición completa de sus cuentos, publicada recientemente por la editorial Edhasa.

Pero en este caso la palabra cuento puede resultar confusa, acaso demasiado breve. En esta primera aparición en castellano de sus relatos completos, también fueron incluidas las nouvelles que junto con las novelas mayores forjaron la fama del autor, como "La muerte en Venecia", "La engañada", "Mario y el mago", "Las cabezas trocadas".

Los editores decidieron recoger traducciones ya existentes que mantienen un buen equilibrio entre clasicismo en el lenguaje y elección moderna de vocabulario.

Además, entre los traductores cuentan con dos de lujo: el escritor español Francisco Ayala y el peruano Juan José del Solar, que ha dedicado su vida a la literatura alemana y fue premiado más de una vez por sus trabajos.

Autor precoz, hermano del también novelista Heinrich Mann, hijo de una Alemania que se forjaba en el nacionalismo creciente, Thomas Mann es considerado hoy uno de los genios del siglo XX. En su opción férrea por los parámetros del realismo hurgó siempre en la propia vida como material de escritura, en las contradicciones de la alta burguesía a la que pertenecía y en sus experiencias personales y familiares.

Su gran escalpelo fue la ironía, un arma que le permitió seguir perteneciendo siempre, aferrarse a su clase y a su tradición a pesar de lo que más tarde vendría: la nube negra del nazismo. Si bien ante la Primera Guerra Mundial dio su apoyo a la posición belicista alemana, para principios de los años treinta ya había puesto su ojo crítico sobre los nazis, lo que le valió amenazas y provocó su exilio en Suiza. En ese entonces, Mann ya era mundialmente famoso. Había ganado el Premio Nobel y viajado por distintos países.

Una noche, en una conferencia sobre Wagner en Berlín, pudo escapar apenas de los agentes encubiertos de Goebbels; más tarde recibió amenazas, hasta un ejemplar quemado de su famosa primera novela, Los Buddenbrook.

En esa vida dedicada plenamente a la literatura, el papel de los relatos que acompañaban sus grandes obras fue cambiando con el correr de los años. Esta primera edición completa en castellano, ordenada cronológicamente, es una buena muestra de esta transformación. Sin embargo, una de las ventajas de las antologías es que son libros con muchas puertas. Se puede entrar por el principio, por lo último, al azar.

En este volumen de casi mil páginas, una de esas puertas es la nouvelle de "Tonio Kröger". Así, muchos personajes de sus primeros cuentos, como el contrahecho que se enamora aunque sabe de su destino de soledad, el devoto que se ofende por la poca castidad de un cuadro, el joven condenado a no ser más que un payaso, quedan descifrados bajo la respuesta que Tonio Kröger se da en 1903 a una pregunta acuciante: soy raro, soy un descastado. ¿Esto qué significa? Significa que soy un artista.

A estos grandes retratos en breve se suman el de una mujer rusa, nada atractiva, que a los ojos del narrador acaba siéndolo; el de un niño prodigio que toca el piano, donde Mann parece adelantarse a las técnicas del punto de vista que vendrán poco después en autores como James Joyce y Virginia Woolf.

Entre sus piezas especialmente autobiográficas hay varias reunidas en esta colección, cada una de ellas una joya: "Señor y perro", "Desorden y dolor precoz" y la famosa "Mario y el mago", interpretada como una rápida toma de posición de Thomas Mann contra el nacionalsocialismo.

Sus investigaciones sobre los sentimientos, que son desdoblados, plegados y vueltos a desplegar, se asemejan a la sintaxis de las largas frases. Porque nada es lo que parece a primera vista, siempre hay un último doblez, también en las caras. En sus fisonomías puntillosas, que por momentos desafían la paciencia del lector, Thomas Mann ya había descubierto el gran misterio encerrado en los detalles. Pensemos en la sonrisa del escritor Spinell, protagonista de "Tristán", una exquisita anticipación de La mon
taña mágica . El escritor Spinell sonríe, y bajo las capas de toda la corrección burguesa de su amor muestra sus dientes, profundamente cariados
.

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